Escribo esto desde Suiza, sentada en el césped caliente por los más de 25grados que alertan que el verano está por empezar. Si veo más allá de la punta de mis pies, hay un enorme lago igual al color del cielo, azul, separado por un par de montañas. Este lugar es al que vuelvo cada que necesito conectar con las razones y sentirme en casa. Sí en Ecuador, mi casa. Este lugar en el país idealizado me recuerda a esos fines de semana en Yaguarcocha, en el Quilotoa o en La Toreadora. Inmediatamente mis sentimientos bailan entre el orgullo de haber nacido en un pedazo de tierra tan hermoso y privilegiado y la frustración de que la avaricia e improvisación de unos resentidos reduzcan su valor al lugar de donde la mayoría quiere salir corriendo.
Hay más de Ecuador en Suiza que algunos de sus hermosos paisajes. Somos el corazón de su famoso chocolate, las frutas más codiciadas en el supermercado, los sitios aptos para las actividades que les gustan hacer y las Islas encantadas por las que usualmente me preguntan para romper el hielo. Siendo todo eso y teniendo todo aquello ¿Por qué no avanzamos? Bueno, porque la corrupción es una avalancha que destroza todo a su paso, incluso la tierra más fértil, la idea más brillante y la intención más buena.
Este cáncer intervenido en varías cirugías, pero sin la voluntad de ser extirpado de raíz, está llevando a la metástasis de un pueblo. Si, la corrupción. No, no solo es un intercambio de billetes por debajo de la mesa. Es la escuela no construida para un niño de una zona rural, que sin acceso al más básico derecho, encuentra oportunidad en una banda delictiva. Es el hospital donde un paciente entró por dolor de barriga y, sin medicamentos mínimos, no volvió a salir. Es la carpa donde hace más de 5 años vive una familia en Manabí después de un terremoto. Son las cárceles donde las armas pasan por el filtro de seguridad y la revisión policial.
Tenemos las montañas, los lagos, la tierra fértil y el clima idóneo, tenemos las ganas y las razones, las personas que trabajan a pesar de todo y de todos, pero mientras tengamos corrupción, eso solo sirve para contemplar a Ecuador desde lejos. A menos que también tengamos la voluntad de actuar como ciudadanos que comprenden que Ecuador no es el problema y modifiquemos nuestras acciones conforme a ese lugar que deseamos y merecemos habitar. Ese país es tanto de los políticos con miopía, como de los que están dentro y fuera de él y si contamos, somos más que ellos.
Tal vez es utópico, tal vez es desde el privilegio, tal vez no tiene sentido lo que escribo o tal vez es momento de comprometerse desde nuestros espacios para valorar ese pedazo de tierra rico ubicado en la mitad del mundo y estar a su altura porque el problema no es el Ecuador, son algunos de sus ciudadanos y eso no lo cambia una elección, lo hace la acción de quienes tienen el privilegio de elegir.
