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Melania Mora Witt

La Celac y su futuro

30 de enero de 2016

Ha concluido la IV Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, en momentos de incertidumbre y dificultades de diverso grado para los países que la integran. Su realización constituye un triunfo del espíritu independiente y soberano con el cual fue forjada por sus fundadores: Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez. En el corto lapso transcurrido desde entonces, se ha consolidado y adquirido la representatividad efectiva de la extensa región, que abarca desde México hasta la Patagonia, incluyendo las islas caribeñas.

Se ha dicho que la sola existencia de la entidad constituye un milagro, pues supone, dentro de la diversidad de visiones políticas e ideológicas de los gobiernos que se han turnado en el poder, una conciencia de las raíces comunes y de la necesidad de formar un bloque único, para presentarse ante el mundo con la fuerza que ello proporciona. Más allá de las diferencias, se ha comprendido que la integración es no solo deseable, sino indispensable, a fin de  enfrentar, en igualdad de condiciones, los retos del globalizado mundo en que vivimos.

El planteamiento del Gobierno ecuatoriano de convertir a la OEA en un espacio en el cual los pueblos unidos de América Latina y el Caribe se encuentren como bloque -desde la Celac- con Estados Unidos y Canadá, a fin de resolver conflictos y encontrar afinidades, es quizás lo más significativo del encuentro. Aún no tiene el eco múltiple que lo haga viable, pero la dinámica de  los retos que la situación económico-social de la región presenta, hará posible que en el corto plazo se arribe a tal consenso.

Indudablemente el escenario actual es distinto de aquel en el cual la Celac fue fundada. La ausencia física de Kirchner y Chávez fue un duro golpe para el proyecto regional. Hoy, además de la presencia de gobiernos de signo contrario tradicionales, como el de Colombia y algunos centroamericanos, está el de Argentina, que impulsa un abierto distanciamiento con el proceso renovador y una manifiesta voluntad de incorporar a su país a los círculos cercanos al imperio. La presencia de Macri en Davos es un indicador de los nuevos caminos y compañías que se privilegian. La oposición venezolana agudiza los problemas con el propósito de desplazar a Maduro del poder, exhibiendo un programa abiertamente neoliberal que, por serlo, es adversario natural de los  procesos soberanistas y liberadores.

La coyuntura económica es adversa por la caída de los precios de gran parte de los productos exportables de la zona, incluido el petróleo, impactando especialmente a Venezuela y Ecuador -este  sin moneda propia además-, lo que dificulta y enrarece la entrada de recursos que faciliten la continuidad de los programas sociales y de inversión, que han concitado la adhesión popular a los procesos de cambio. Significativamente, el principal acuerdo del encuentro es la superación de la pobreza y la desigualdad, y de las secuelas que se derivan.

Pese a esas dificultades, la semilla integradora ha fructificado y serán los pueblos los que vigilen su crecimiento y permanencia. (O)

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