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El Telégrafo
Alfredo Vera

La Casa y la Cultura

02 de septiembre de 2014

Cuando se admite que un término como ‘cultura’ tiene más de 160 definiciones ya podemos admitir la complejidad de llegar a un acuerdo general de lo que debemos concebir con este término que identifica a la institución impulsada para su creación por uno de la mayores intelectuales contemporáneos, Benjamín Carrión, ejecutada por mi padre, Alfredo Vera Vera, entonces Ministro de Educación de ‘La Gloriosa’ Revolución de Mayo del 44, bajo la Presidencia de Velasco Ibarra.

Benjamín Carrión, socialista, pugnaba por la formación de una institución para dar cabida y organización de los artistas creadores, para promoverlos y vincularlos a la sociedad, proyectando las artes de variada naturaleza para convertirlas en insignia de la identidad de una nación que debe identificarse como una potencia cultural.

Durante los 70 años de existencia de la Casa de la Cultura no hubo Ministerio de la Cultura y esa institución absorbió sola la tarea gubernamental de proteger e impulsar las artes creativas con las limitaciones propias de los vaivenes de las políticas y las politiquerías que vivió la nación, no siempre con gobiernos sensibles al rol de la cultura en el desarrollo del país.

En un momento dado, en el Ministerio de Educación se agregó una Subsecretaría de Cultura, con enormes limitaciones financieras y operativas.

Mérito del actual Gobierno es haber atendido con positividad el clamor de los escritores y artistas sobre la impostergable necesidad de crear un Ministerio de Cultura para ampliar la cobertura de esta noble actividad que incluye a las artes literarias, plásticas, escénicas, comunicacionales.

Durante la conmemoración en Quito del homenaje al centenario del nacimiento del afamado y laureado escritor y periodista, del Grupo de Guayaquil, Pedro Jorge Vera (a mucha honra, mi tío), el actual presidente de la Casa, escritor Premio Casa de las Américas, Raúl Pérez Torres, hizo público el desacuerdo que afecta a la normal marcha de la institución por desacuerdos con el Ministerio de Cultura que maneja también el Patrimonio Cultural.

Le gestión cultural es compleja, costosa y con limitación para alcanzar las metas propuestas, de allí que es necesaria la unidad y el aporte colectivo y desprendido para lograr metas positivas.

Los afectados por estos desacuerdos, que deben ser superados de inmediato, son las propias artes y sus cultores, que no pueden mantenerse inactivos frente a esa controversia que le hace más daño a la nación y a su imagen que a todo lo demás.

Con toda fraternidad, debemos demandar que se definan bien las responsabilidades y que se brinden mutuos respaldos para engrandecer la gestión en pro de la cultura, y no lo contrario.

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