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El Telégrafo

La Bohemia (II)

10 de septiembre de 2012 - 00:00

El poeta Alfredo de Musset fue el mejor representante de los bohemios. Decepcionado de sus glorias literarias, su vida fue un verdadero peregrinaje por los salones literarios, los cafés, los cabarés y la noche parisina con sus desenfrenos. Siempre  a punto de morir en duelos por mujeres que después abandonaba o lo abandonaban, para luego ir con sus amigos a verdaderas orgías de alcohol y drogas.

Théophile Gautier, intelectual de la misma época, desdeñaba su origen pequeño-burgués mediante vestimentas y actitudes excéntricas; estaba consciente de su vocación artística y se refugiaba en cuchitriles y recovecos de la gran ciudad para no contaminarse con la rapiña comercial de entonces.  Junto a Gérard de Nerval fundó un pequeño cogollo que produjo obras críticas al estilo de vida de su generación. Ambos se refugiaban por la noche en los cafés o en los hoteles de mala muerte donde con Delacroix, Víctor Hugo, Alejandro Dumas y Baudelaire experimentaban con opio.

Julio Verne, el autor que tanto deleitó a nuestra juventud con su desbordante fantasía, no pudo resistirse a la bohemia parisina; él había sido enviado por su padre a estudiar abogacía, y muchos conjeturan que sin la bohemia no hubiera llegado más allá de ser un abogado del montón. Sus años de estudiante fueron caóticos y su obra estaba en pañales cuando conoció a Alejandro Dumas hijo, el autor de “La dama de las camelias”, quien lo alentó y lo orientó en la escritura.

Baudelaire noctambulaba por París casi siempre pobre, casi siempre solo. Vio la otra cara de la ciudad, sus lacras y marginados, que la “Ciudad Luz” ocultaba bajo una espesa capa de tinieblas. Él encontró belleza donde otros solo veían miseria y en lugares donde el arte no se atrevía a entrar. “Las flores del mal” es un libro sin el cual no se puede entender la literatura moderna y cuya publicación le costó al artista un largo proceso y una fuerte multa.

Fue entonces cuando Montmartre adquirió una relevancia especial, y superó la reputación de ser un lugar de los bajos fondos para convertirse en el centro del ocio y la bohemia, cuya mejor época estaba por florecer.

Vale la pena mencionar que el término bohemia aparece por vez primera en el siglo XIX en la novela “Escenas de la vida bohemia”, de Henri Murger, publicada por el periódico El Corsario entre los años 1845 y 1849, y que sirvió de base para la ópera “La Bohème”, de Giacomo Puccini. El término alude a la cultura de los gitanos, llamados en ese entonces “bohemios” por haber llegado a París desde la región de Bohemia, famosa por sus cristales de roca.

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