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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

La administración de Quito

26 de octubre de 2015

Poco duró la euforia de una nueva administración para la ciudad, para la capital de los ecuatorianos. Quienes se ilusionaron con un nuevo tipo de gestión de la ciudad se toparon a los pocos meses con los ingratos hechos de que la mentada gestión no terminaba y no termina de cuajar. El sueño efímero de la reducción de impuestos y controles públicos, como el caso de la exzona azul, duró lo que dura una ficción mediática: una micronovela bien vendida, pero mal actuada.  

Ahora tenemos una ciudad desordenada y que empeora. Una ciudad informal a todo nivel. Tan informal que no se habla del presente sino de un futuro publicitario que nunca llega a concretarse. Lo más inaudito es que han llegado a pensar que basta pintar de colores, sus colores, algunos muros, parques, bordillos, puentes, etc., para hacer creer que la ciudad es inclusiva.  

Ahora quizá la ciudadanía capitalina pueda comprender el rol de los medios de comunicación privados a la hora de posicionar a un alcalde. No olvidemos cómo estos medios fueron una permanente oposición en la anterior administración; que sin duda, aquella, no supo desarrollar una adecuada estrategia de comunicación política, quizá la más simple: el contacto permanente con la ciudadanía. Aún nuestra capital debe hacer un balance histórico de lo que pasó con la anterior administración porque lo logrado como ciudad durante varias administraciones está en peligro.  

Lo que sucede con la administración actual es un ejemplo clarísimo de no comprender ni lo político ni la política y menos aún la lógica de la política pública. Pensaron que administrar una ciudad era lo mismo que administrar una fundación privada. Piensan que la ciudad requiere beneficencia, caridad y limosna. Y para colmo creen que eso es lo que requiere el país entero. No comprender la diferencia entre lo público y lo privado ha llevado a la ciudad a una crisis de gobernabilidad, a una polarización de sectores sociales.  

Para algunos es una crisis de liderazgo, pero se puede decir que no hay crisis porque nunca hubo tal liderazgo. La ciudad se mueve por inercia y está pagando el precio de haber creído en un discurso light de la política, del falso consenso, del diálogo vacío y sin ideología: ese cuento de que requerimos un alma casi angelical que milagrosamente hará brotar el verdor de la naturaleza y el azul del cielo por la suavidad de las palabras y las oraciones cortas.  

El Ecuador tiene ante sí un gran ejemplo de los enlatados políticos que se nos quiere vender.

Un claro ejemplo de que la fábrica electoral se ha puesto en marcha hace tiempo y a la que ciertos medios de comunicación privados le apuestan, invirtiendo en sus candidatos. ¿Cómo la capital llegará a acoger Hábitat III? La capital requiere un sacudón. ¿Cómo llegará la capital al 2019? Quito no puede ser la plataforma, ni la tarima, ni la catapulta, ni el escalón político para pasar al frente del Municipio. Si ni con la ciudad pueden, peor con el país entero. (O)

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