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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Joven a los 97 años, absurdo de la justicia

15 de mayo de 2015

Entre las originalidades que las oposiciones político-mediáticas a los gobiernos populares latinoamericanos nos proporcionan a diario, está ahora la de la encendida y acérrima defensa -en la Argentina- de un juez de la Corte Suprema de ese país que tiene ‘apenas’... 97 años de edad. ¿A Ud. le parece mucho 97 años? Seguro que si responde afirmativamente, es un conspirador avieso en contra de la independencia de la justicia. Está Ud. aprobando una artificiosa embestida del Gobierno argentino contra poderes constitucionales, se está Ud. levantando en contra de las instituciones republicanas tan caras a nuestras tradiciones regionales.

¿A quién -si no a alguien muy malintencionado- podría ocurrírsele que 97 años no es la mejor edad, la de mayor lucidez, lozanía y agilidad mental? Según la Constitución argentina aprobada en 1995, los miembros de la Corte deben renunciar a los 75 años de edad, casi un cuarto de siglo antes que el tiempo que tiene Fayt, el miembro cuestionado. Pero seguro que ese límite fue un desliz constitucional, dado que podemos observar hoy cómo este juez nos abruma con un estado mental y físico que cualquier joven de 40 años envidiaría. A tal punto es así, que hay sitios en Argentina que comienzan a exigir, cuando hacen llamados para cubrir puestos de trabajo, que los postulantes se presenten solo si están en la flor de la edad, la cual -según medios y políticos opositores argentinos- se ubica ahora entre los 95 y los 100 años de existencia.

Fuera de ese rango óptimo, los postulantes deberán abstenerse. Y ya fuera de ironías, es penoso el papelón internacional que la Corte Suprema de la Argentina realiza con esta situación, que es sostenida por el actual presidente de la misma, apellidado Lorenzetti. Este ha querido reelegirse para un cuarto período, y no ha tenido mejor idea que adelantar en más de 6 meses su nombramiento, teniendo en cuenta el estado de salud y la edad de Fayt. Pero como para reelegirse requiere la firma de ese magistrado, debe a la vez -y contradictoriamente- sostener que todo está bien con el mismo.

El rey está desnudo, pero la prensa hegemónica lo presenta vestido. Periodistas y voceros opositores fingen ofenderse si se les pregunta por la salud del magistrado, poniendo el grito en el cielo ante el atrevimiento de quien crea que 97 años es una edad no solo inconveniente, sino inconcebible para alguien con enorme responsabilidad. Por el contrario, los ‘malos’ son quienes -en actos a los que se califica de agresivos o de cuasi violentos- cuestionan que un anciano que supera en más de 30 años la edad de jubilación de la mayoría de los argentinos, sea quien tome decisiones estratégicas para las cuales se requiere estar en perfecto y óptimo estado de lozanía y de salud.

Hay, en Argentina como en Ecuador o Venezuela, periodistas, políticos y ciudadanos comunes dispuestos a que si desde los gobiernos de esos países se afirma que cuando llueve es de arriba hacia abajo (es decir, hacia la tierra), dirán que no, que habitualmente llueve de abajo hacia arriba. La ley de la gravedad, seguro, es ley impuesta por estos gobiernos perversos. Así como también las leyes inexorables de la biología: para la ridiculez supina planteada por estos actores sociales, la vida es acorde a aquel filme con Brad Pitt en que se nace viejo y luego se va rejuveneciendo poco a poco.

Mientras sirva a sus propósitos e intereses, esta absurda doctrina será sostenida sin cuartel ni fisuras. Claro, solo mientras les sirva: que no aparezca un longevo que (en cualquier área institucional) sea leal a estos gobiernos nacional-populares, pues de inmediato a este le cabrá el rótulo de viejo, de obsoleto, de acabado, de anacrónico y perimido. (O)

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