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En el marco del evento del Ministerio del Ambiente, ‘La biodiversidad ecuatoriana y la utilización de sus recursos genéticos: ¿Una utopía?’, llamo la atención sobre la problemática de investigación en torno a la biodiversidad.
Existen dos posiciones clave para entender el papel de la investigación en Ecuador: los intereses extranjeros sobre la biodiversidad y los intereses nacionales sobre la misma. Los investigadores extranjeros que desean estudiar nuestra biodiversidad no lo hacen por altruismo, lo hacen por beneficios monetarios, como pagos directos por la investigación, regalías por la utilización del conocimiento tradicional, contratos de venta de recursos genéticos o biológicos para la producción de insumos e incluso a través de generar empleo. De otra parte, los investigadores que no buscamos los beneficios monetarios sino el compartir resultados o conocimientos y el transferir tecnologías, procuramos un punto más equitativo y justo para la humanidad.
Países fuertes, económica e industrialmente, no están de acuerdo con regular el uso de los recursos genéticos, ya que son y han sido los usuarios de estos y no quieren compartir los beneficios que genera su utilización, debido al interés ego-industrial.
El Estado ecuatoriano tiene una concepción proteccionista y cerrada sobre la defensa de los recursos genéticos. Parte de que los conocimientos tradicionales están vinculados de forma directa con los recursos biológicos y de forma indirecta con los genéticos, y por tanto, son de propiedad del Estado. Asimismo, los conocimientos tradicionales, a través de los cuales se accede a algunos recursos biológicos, son de propiedad de las comunidades indígenas y, por ser el atributo de la vida misma y de la biodiversidad, el Estado tiene el deber de protegerlos y la facultad de autorizar su uso con leyes.
Al respecto, debería agregarse que el Estado somos todos los ciudadanos, incluidos los investigadores nacionales, por lo que se debería facilitar la investigación propia y apoyar a los centros que estudian la biodiversidad, así la protegeríamos y evitaríamos el biopirateo. Si nosotros no investigamos, otros lo harán. Existen ejemplos en tal sentido; los más afamados: el caso de la ayahuasca, el sapito Epipedobates tricolor, la sangre de los waorani, las muestras de sangre y ADN de los chachis, las muestras del mar de Galápagos; y, el más reciente, el hongo degradador de plástico.
Así, la realidad de la investigación nacional comparada con el biopirateo es mucho más dramática. De eso tratará el siguiente artículo. (O)