Se transparenta la confabulación de ciertos columnistas de medios privados con dirigentes de la oposición política, intencionada en lesionar, sin conseguirlo, el liderazgo continental de Rafael Correa Delgado, que invitado, se destaca en foros internacionales por sus planteamientos, análisis y posibles soluciones de los problemas que aquejan a los más pobres del planeta, con base en cambios de profundidad en el sistema económico y en la estructura de la sociedad.
Los columnistas más avezados, en tertulias íntimas, se dedican a indagar, minuciosamente, supuestos errores en la administración del Estado o deslices de algún funcionario, y una vez seleccionado el tema, se disparan en conjunción de odio, culpando -sin fundamentos- de presuntos males al guía del socialismo del siglo XXI e insinuando a los revoltosos callejeros tomar ese pretexto como bandera de escándalo e insurrección con fines desestabilizadores del régimen democrático y popular.
No hay estrellato cinematográfico, sino la aparición de uno, que pretende, hace algún tiempo, rutilar en su columna, vanidoso y cargado de odio, solo para adular al dueño del medio y a la derecha política; y en su extravío, intentar recuperar su aparente prestigio. En el fondo, con la finalidad de proteger u ocultar a posibles infractores, alguien, que se cree poder en el escenario de la opinión, invoca “el secreto profesional y a la reserva de la fuente para quienes se dedican a la tarea de informar y para quienes den sus opiniones en los medios de comunicación”. El periodista crítico y altivo contribuye a la enmienda de los desaciertos y al fortalecimiento de la democracia, pero el que se moviliza para defender sus intereses y de otros, pierde espacio y cultiva el desprecio ciudadano.
La historia enseña y demuestra que la ‘prensa independiente’ siempre funcionó aliada a la derecha política, y hoy, cuando se vive un proceso de cambio en el continente, esos medios comerciales buscan su fortalecimiento con articulistas contratados o alquilados, redes sociales comprometidas y gremios a sueldo, hasta convertirse en un poderoso aparato mediático de oposición al régimen del Buen Vivir.
Con la presencia de medios públicos, el país, los jóvenes estudiantes y profesores de la materia plantean una prensa nueva y se comprende que la libertad de expresión es un derecho de la ciudadanía a ser informada con veracidad, sin verdades a medias, con pluralismo y responsabilidad ulterior.
Como no se logran los efectos requeridos con las marchas y los plantones, la oposición -incluidos ciertos articulistas de los medios privados- reactiva su agresión contra el Primer Mandatario e insiste en silenciar la vasta y gigantesca obra social del régimen de la Revolución Ciudadana.
Es lamentable que en los ‘medios independientes’ se confunda injuria con protesta, se alteren los sucesos y se conviertan en tribunal de justicia y no de opinión.
Recuerdo a los contrarios que Rafael Correa es grande porque se ha acordado de los pobres y porque ha hecho lo que otros gobernantes no hicieron en su oportunidad; aun así, la agresión mediática contra el líder seguirá implacable, pero inútilmente. (O)
