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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Interrogantes de la derecha

11 de diciembre de 2015 - 00:00

Ganaron, unidas, las oposiciones en Venezuela; lo hicieron sacando el PSUV más del 40% de votos -lo cual no es mala elección dentro de las difíciles condiciones-, pero los distritos electorales llevaron a que el antichavismo en la Asamblea tenga ahora mayoría absoluta, lo cual le otorga facultades óptimas para arrinconar al gobierno de Maduro.

De la vocación por producir tal colapso sobre el Gobierno, no cabe dudar cuando se advierte el color de las declaraciones y los estribillos de los grupos opositores venezolanos. Sin, por cierto, dar desde ya por finalizada la gesta del gobierno que iniciara Chávez hace más de década y media -hay espacio aún para la disputa democrática-, cabe pensar qué panorama tiene la derecha cuando hace parcial restauración de su dominio a nivel gubernamental en la región.

Para ello, lo que sucede a Macri en Argentina no deja de ser elocuente. Está asumiendo en estos días. El miércoles, una multitudinaria Plaza de Mayo albergó al kirchnerismo, con decenas de miles de ciudadanos agradecidos; Macri puede juntar ‘público’ en su asunción, pero no partidarios, seguidores o simpatizantes en número parecido, y menos aún que estén organizados o encuadrados. Lo que será ahora oposición dejó claras las condiciones: la calle, la movilización, serán muy mayoritariamente opositores al gobierno neoliberal.

Y, por cierto, un gobierno que se va apoyado por una monumental manifestación de masas, es un hecho inédito en Argentina, y raro sin dudas en cualquier parte del mundo. Marca la difícil relación de fuerzas para el macrismo que también es minoría en el Legislativo, al punto que la envidia del periodismo de derechas minimizando la manifestación del miércoles ha bordeado el ridículo.

Mientras, el macrismo, ganador por diferencia mínima en la segunda vuelta electoral (había perdido la primera) oscila entre la omnipotencia y la impotencia. El nuevo presidente asegura que usará decretos para evitar su minoría en el congreso; pero ese es un recurso que se agota y desprestigia rápidamente. También pretende echar a funcionarios de Estado que no son de gobierno (la procuradora Gils Carbó es caso emblemático, pero no el único), actuando en ese caso por fuera de la exigencia constitucional, como si gozara de un mandato sin límites. Pero en los hechos ha tenido que bajar -antes de que asumiera- al nombrado secretario de Políticas Universitarias, por la irritación que produjo; tiene que mantener un programa de precios sugeridos (‘Precios cuidados’) y otro de compra en cuotas (‘Ahora 12’) que contrarían sus premisas económicas; no puede ir hacia privatizaciones que había soñado (la petrolera y la aerolínea estatales) porque la reacción social sería abrumadora.

Hay pretensiones refundacionalistas que chocan con una vara social muy alta dejada por el actual gobierno, de la cual el macrismo no se puede bajar sin sufrir un deterioro político importante. Una condición difícil para la derecha argentina, que habrá que ver si es también aquella en que deba pensar la oposición venezolana si cumpliera con su añosa pretensión -por ahora aún problemática- de desplazar del gobierno al chavismo. (O)

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