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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

Integración y revolución

24 de noviembre de 2014

Los procesos políticos progresistas que buscan consolidar transformaciones estructurales necesitan tener una amplia visión sobre la necesidad de alcanzar la integración regional a corto y mediano plazo. Es urgente renovar los procesos de integración que tengan como objetivo el bienestar colectivo de los pueblos y que pongan al capital y al mercado al servicio de la dimensión humana. No podemos seguir insistiendo en procesos regionales anquilosados en una maraña de burocratismos interminables que ahondan las diferencias y los intereses más particulares.

Todo proceso de integración es complejo, pero depende de las decisiones políticas que los mandatarios tomen sobre el mismo. Y esas decisiones políticas deben provenir de los lineamientos históricos y sociales que han demarcado el espíritu de los pueblos. Ya no es viable una falsa integración basada en reduccionismo economicista que solo busca sacar mayores beneficios y ganancias de los trabajadores o del flujo especulativo del capital financiero.

América Latina requiere una integración equitativa con justicia social y en diferencia para poder tener una efectiva capacidad de negociar con otros bloques de integración centrados en expandir sus excedentes productivos y que sus empresas subordinen los sistemas económicos nacionales. En consecuencia sería ingenuo pensar que la integración regional es un proceso de meros formalismos, por el contrario, son escenarios para construir estrategias y tácticas entre actores, agentes sociales que disputan una presencia y un accionar político. El Ecuador, sin duda, cambió radicalmente su presencia en la región y en el mundo. Los actores políticos y económicos comprenden que la integración incide en los procesos internos del país.

Pero también que lo que se hace como proyecto nacional tiene una perspectiva y alcance internacional. Por eso todo proceso revolucionario no puede cerrarse al Estado Nación, por el contrario, debe tener presencia internacional, más allá de la tradicional cooperación o asistencia técnica. Los proyectos revolucionarios que quieren transformaciones en un contexto de paz deben construir escenarios de debate, discusión y movilización colectiva. Al final los pobres, los trabajadores no se cierran a un universo nacional. Padecen de los mismos problemas en contextos diferentes.

El Ecuador tiene el deber de compartir sus experiencias exitosas en reducción de la pobreza; de reinstitucionalización del Estado, como de modernización de la infraestructura social; procesos necesarios para poder pensar en un nuevo modelo de desarrollo donde el capital no sea el centro del interés social sino el ser humano en todas sus dimensiones sociales. La lucha social por la integración debe ser un pilar. La derecha tiene claro el futuro próximo: desmontar la Constitución y la gratuidad, por ende, atentar contra los derechos alcanzados. Solo el socialismo internacionalista es garantía de legitimidad para las transformaciones colectivas.   

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