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Fausto Segovia Baus

¡Institucionalidad!

03 de junio de 2020

Los eventos que afronta el Ecuador nos llevan a reconsiderar algunos temas que entendíamos superados. Desde octubre 2019 hasta junio 2020 el país ha vivido una serie de problemas, unos de origen interno y otros de factura externa que, en su conjunto, han dado la sensación de ingobernabilidad por obra de la saturación de crisis acumuladas, y donde los ciudadanos –otra vez indefensos- nos vimos en la necesidad de encerrarnos en una cuarentena o andar con salvoconductos ante una pandemia salpicada de corrupción. Antes habíamos estado “libres”, pero atados a una institucionalidad deformada.

En el orden interno, el peso de la deuda –eterna-, la corrupción indetenible, la falta de empleo y la pobreza que se expresa en un 60% de informalidad retrata una democracia fallida, donde las instituciones del sistema no funcionan o funcionan mal –a pérdida- y los personeros de ciertas instituciones están en la cárcel o perseguidos por la justicia.

Entretanto, las presiones de un modelo económico internacional centrado en la acumulación y la exclusión, ubicó a los países emergentes en situación de mendigos, y ante ese poder no ha habido otra alternativa que más adquirir más deuda, más hipoteca para las próximas generaciones. Y si esto no fuera poco, la pandemia del coronavirus, a nivel mundial, desbordó los planes y acabó con lo que quedaba de institucionalidad.

Ergo, la institucionalidad fue desbordada por la realidad. Cayeron los pronósticos, la economía, la cultura, la industria, la educación y el mundo del deporte obnubilado por los récords, las ganancias, el lucro y las estadísticas de la revista Forbes, mientras los desplazados de Siria y Venezuela –por ejemplo- deambulan por los caminos de la desolación. Ante ello, los expertos reflexionaban a la luz de la ética si va primero la salud y luego la economía, o al revés (¿?).

La institucionalidad se llama Estado de derecho, y es – debe ser- la mejor vacuna para afrontar las causas de todas las pandemias, incluidas las políticas, sociales, económicas y, por supuesto, las enfermedades físicas y éticas, con un liderazgo ético y democrático. Un nuevo Estado es emergente, que reaccione ante los desafíos de las nuevas realidades. (O)

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