Cada año en periódicos, revistas y medios de televisión se repite el nombre de mujeres que han sido nominadas como destacadas, ese listado no ha cambiado desde hace mucho tiempo y siempre para homenajearlas se esperan fechas consideradas especiales.
En 1958 la joven profesora normalista quiteña Olga Ernestina Aguirre Brito llegó a la Amazonía y enseguida fue asignada a la escuela unidocente Quito, ubicada en el caserío Santa Bárbara Chiquita, frontera con Colombia, perteneciente, en esa época, a la provincia de Napo.
Entró a caballo y luego de varios días de camino fue recibida por 25 familias entre colombianas y ecuatorianas, quienes habían construido un cuarto junto a la escuela. Ahí, en ese recóndito lugar, inició su tarea educativa con 32 niños a quienes recuerda como si fuese ayer.
Luego de ejercer cincuenta años como maestra en el Oriente ecuatoriano -sí señores, cincuenta años- se jubiló hace diez años sin que hasta ahora haya recibido el incentivo económico que le ofrecieron; pese a ello, dice que volvería a ser maestra. Ella insiste en que la mejor experiencia fue enseñar a leer y escribir a los padres de familia para que comprendan la importancia de la educación.
Como vemos, Olga Ernestina, que camina a los 90 años, hizo patria de caserío en caserío y cambió la vida de mucha gente; aún vive en Archidona y jamás ha sido homenajeada.
Otras insignes mujeres dedicadas a la educación en la Amazonía, como la hermana Rita Tobón, sor Inés Arango, Elena Armas, Elvia Piedad Benalcázar, Elena Yumbo, Olga Muñoz Rueda, Betty Rivadeneyra Palacios, Mercedes Peñaherrera, Sarita Bolaños, Inés Shiguango y las religiosas monjas doroteas, italianas que acogían en las estudiantes en los internados; cuánto favor hicieron en beneficio de los pueblos del Oriente ecuatoriano.
Es hora de salir de la capital e ir a los pueblos de nuestra patria, en donde la lista de mujeres y hombres que contribuyeron de manera muy relevante aún no ha sido reconocida. (O)
