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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

Imaginarios

11 de mayo de 2016

Que la crisis es culpa de Correa, dicen. Que si antes le fue bien, en cambio, fue porque el precio del petróleo estaba alto. Ningún mérito suyo. Dicen que ya tenía listas las medidas y que el terremoto fue el pretexto para aplicar al pueblo un ‘paquetazo’, con lo cual se podría permanecer un largo rato meditando en qué ventaja tiene aplicar unas medidas hechas antes de una catástrofe al escenario que se ha producido después de la catástrofe.

Dicen que Rafael Correa no estuvo en el anterior enlace ciudadano porque su salud se descompuso después de toda la tensión de los últimos días. Sin poder disimular el deseo de que sea real, aunque saben bien que están mintiendo, hablan de un infarto, de un derrame, y en realidad ya anunció que este enlace no lo protagonizaría él porque se iba de campamento con su hijo menor.

Dicen que en este país no hay libertad de expresión, y sin embargo lo dicen, lo repiten, adornan su discurso con epítetos a cual peor sonante y se quejan a voz en cuello en público y en privado que en este país no se puede pensar ni hablar. Sería bueno que exhibieran unas evidencias estadísticas, ¿no? Número de periodistas muertos en combate, como sí hay en México, por ejemplo, o como sí ha habido en Colombia durante mucho tiempo. Número de periodistas real y efectivamente apresados durante lo que va del régimen. Número de medios clausurados, motivos de la clausura y, sobre todo, comparación con otros períodos presidenciales.

Intentan analogar las lamentables desapariciones fortuitas de personas en el país a las desapariciones forzadas masivas de las diversas dictaduras latinoamericanas. Y como la lógica y la evidencia les pueden, entonces mejor miran hacia otra parte.

Dicen que el Presidente ‘anda amenazando’ con meter preso a todo el que se lamenta. Y que en este país está prohibido llorar. No se justifica el exabrupto, pero… ¿es para tanto? ¿Cuántos detenidos reales hay por la causa mencionada? ¿Consta realmente que, en efecto, esté prohibido llorar? ¿Hay alguna prueba de algo?

En la búsqueda de la quinta pata del gato se hacen lío buscando inculpaciones directas en casos como el de los ‘Papeles de Panamá’, supuestas irregularidades en todo lo que ocurre o deja de ocurrir y una suspicacia que no ceja medio minuto en sus empeños desestabilizadores y arteros, tanto así que la idea a donde conducen es que la política es el dudoso arte de jugar sucio.

Cuando ya no pueden más, insultan al Presidente en público con cualquier pretexto y se vanaglorian de ello. La gente de clase media desconoce todos los avances que ha habido en el país los últimos diez años en aras de un arribismo cegador y estupidizante, como todo arribismo, por otro lado.

No hay ponderación. No hay mesura. No hay ni siquiera intención de regresar a mirar los méritos o de valorar los logros. No existen, seguimos en la Edad de Piedra. Y todo es culpa de Correa. Decididamente, la política, o por lo menos cierta política, no es más que el arte de jugar sucio contra alguien. Y de no hacer nada en favor de un país que necesita de mucho más trigo y de muchísima menos cizaña. (O)

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