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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

Ideas de reconstrucción

28 de abril de 2016 - 00:00

Los ecuatorianos nos hemos pasado la vida reconstruyendo ciudades y pueblos después de cada terremoto. Después del mayor cataclismo de nuestra historia, el de 1797, los pobladores de Guaranda, Ambato, Latacunga, Alausí y otras poblaciones se empeñaron en la tarea reconstructiva y lograron ponerlas otra vez en pie. El uso del adobón y de ‘cadenas de tablón’ a mitad del piso se generalizó en la sierra central, así como el uso del bahareque en pisos altos.

No pudo reconstruirse Riobamba, donde la destrucción era tal que exigía una reubicación de esa villa, que, por acuerdo colectivo, fue trasladada a la llanura de Tapi, donde una nueva Riobamba fue levantada bajo criterios antisísmicos: calles anchas y numerosas plazas, para que la gente tuviera donde refugiarse, y casas de una sola planta.
Parecidos criterios fueron utilizados a partir de 1868 en la reconstrucción de Ibarra, bajo la guía de García Moreno.  Cabe agregar que este gobernante había propiciado, desde 1865, la plantación de eucaliptos en la sierra ecuatoriana, en busca de que el país dispusiera de una especie arbórea capaz de proveer de troncos rectos, largos y fuertes, útiles para la construcción, así como de abundantes ramas y follaje para uso combustible.

La popularización del cultivo del eucalipto en la Sierra se debió al ansia de las gentes de construir sus viviendas con estructura de madera, para evitar los efectos letales de un terremoto. Nació así la llamada ‘construcción de puntalería’, donde los pilares y vigas de madera son apoyados por puntales cruzados del mismo material.

En la Costa, la existencia de buenas maderas nativas dio lugar, desde antiguo, a una construcción campesina de estructura ligera y fuerte a la vez, con utilización de madera, bahareque, quincha y techo de paja, que ahora es de zinc o fibrocemento. No es casual que esas construcciones, cuando están bien hechas, resistan temblores y terremotos y salven la vida de sus habitantes.

La llegada de los tiempos del cemento y el hormigón ha alterado los antiguos sistemas constructivos del país. Impulsados por la moda, que muestra a las casas de cemento como más modernas que las de madera, muchos habitantes se han empeñado en levantar sus casas con hormigón, pero a veces sin utilizar técnica alguna, lo que ha convertido a esas construcciones en una bomba de tiempo.

No es casual que las obras de ese tipo hayan sido las causantes de la mayor mortandad en el terremoto del 16 de abril, en tanto que viejas y nuevas casas de madera, o construcciones de hormigón debidamente hechas, han resistido incólumes el sismo o han evitado la muerte de sus ocupantes, pese a sufrir daños.
Debemos hacer nuestra aquella afirmación científica de que “los terremotos no matan a la gente, sino las malas construcciones”.

Pues, bien, para Ecuador ha llegado la hora de fijar una política nacional de construcciones, donde el Estado dicte códigos y normas de construcción, y también imponga duras sanciones para los constructores que actúen dolosamente y para los municipios irresponsables que no cumplan con sus tareas de regulación y control. (O)

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