Los pueblos tienen la oportunidad de escribir su propio destino, forjado con el talento creativo y fecundo de sus gentes, capaces de cualquier sacrificio cuando las circunstancias demandan para que vuelquen sus conocimientos y habilidades para dar valoración de su esfuerzo, en beneficio de la colectividad y la utilización de los recursos naturales que deben ser puestos al servicio del desarrollo colectivo, sin discriminación de ningún color, dando preferencia a los más necesitados, merecedores de la ayuda voluntaria y solidaria de quienes están generando los mejores procesos de recuperación.
Ecuador ha sido castigado en estos días por la furia desatada a causa de la naturaleza provocando daños cuantiosos e incalculables a los bienes materiales, a sus gentes, la mayoría de sectores humildes que habitan áreas marginales, precisamente por sus niveles de pobreza que los obliga a vivir en condiciones paupérrimas y construir sus habitaciones en zonas desprovistas de fundamentales recursos y con materiales deleznables que son fácilmente arrasados y destruidos cuando se producen cataclismos como los que hemos padecido en estos días trágicos y de crueles consecuencias.
Los sectores políticos deberían saber distinguir los momentos oportunos en cada circunstancia de la convivencia humana, para allí desatar los rencores acumulados por la pérdida de la inmunidad para el pago de impuestos y la obligatoria contribución al Estado, sin leyes que permitan dejar de distribuir los bienes con los más necesitados, con aquellos abandonados del destino que no pudieron forjarse una educación, un oficio, una profesión que les permita resolver la forma de incorporarse en la población económicamente activa y generar sus recursos propios para aportar a la construcción del progreso y el desarrollo del país.
Mientras nosotros celebramos con profunda satisfacción este importante día que consagró la independencia de nuestra nación y nos incorporó al conjunto de países inspirados por el genio de los próceres y la convicción de lucha sin cuartel contra la colonia imperial, otros pueblos hermanos del continente que se han propuesto escribir las páginas más gloriosas que nos conduzcan a la segunda independencia, debemos asumir el verdadero concepto de solidaridad y brindar nuestro apoyo incondicional a esos forjadores que luchan por la soberanía de la patria grande y la no intervención extranjera del imperialismo depredador, que no se allana a sobrevivir en condiciones de igualdad con los demás pueblos hermanos de este continente.
Es hora de que juntemos nuestras manos, nuestros pechos y nuestros corazones para afianzar y construir el sueño de esos próceres, que con toda sencillez y humildad compartimos, en defensa de la lucha contemporánea que nos identifica con todos los compatriotas de la región.
Lo sucedido en Brasil, Argentina y Venezuela es una reiteración de la política imperial que desata todo tipo de propuestas para debilitar el coraje con que esos hermanos están luchando, con denodado esfuerzo, en pro de la libertad continental y garantizar para los pueblos de la patria grande la posibilidad de vivir un mundo de prosperidad sin limitaciones sectarias ni degradantes a las víctimas de la pobreza, la discriminación y el abuso sin límites por las diferencias sociales que tanto perjudican a las colectividades que habitan estos suelos llamados a ser libres, independientes y soberanos. (O
