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En la segunda mitad de los 60 del pasado siglo, en Quito, un grupo de jóvenes escritores, entre los que se contaban Agustín Cueva, Fernando Tinajero, Alejandro Moreano, Ulises Estrella y otros, irrumpió en el panorama cultural y literario con planteamientos radicales y se propuso enterrar viejos mitos denunciando un pasado colonial que aún pesaba. El lugar de reunión preferido fue el Café 77, por lo que la acción por ellos desarrollada comenzó a asociarse con ese lugar.
En Guayaquil, mi esposo y yo, que iniciábamos nuestra vida matrimonial, decidimos crear un espacio democrático para los intelectuales del puerto, a quienes la dictadura militar había disgregado, con la persecución a la izquierda en la que militaban buena parte de los escritores y artistas de la época.
Endeudándonos, creamos un café-galería, en el cual tuvieran cabida las manifestaciones del espíritu, en libertad y pluralismo. En homenaje a quienes encabezaban en la capital un pensamiento renovador, lo denominamos Café-Galería 78.
Al poco tiempo, en Portoviejo, surgió el Café 79, al frente del cual estuvo nuestro amigo Horacio Hidrovo Peñaherrera. Profesor por vocación y herencia, poeta y, sobre todo, formidable gestor cultural, el de su creación fue un ambiente democrático que invitaba a todos a interesarse en la literatura.
Posteriormente, como rector del colegio Olmedo y catedrático de la Universidad Eloy Alfaro de Manta, dio un nuevo impulso al festival de la Flor de Septiembre, que convocaba a creadores nacionales y extranjeros, con resultados asombrosos, como la concurrencia de miles de personas, para escuchar la lectura de poesía en la voz de sus autores.
Coadyuvó a la iniciación del festival de teatro de Manta que hasta hoy dirige Nixon García, aplaudió y presentó a noveles artistas, habiendo sido editor de muchos de ellos. Su vocación primera fue el periodismo y sus afanes culturales lo llevaron a innúmeros encuentros en el país y el extranjero. El actual Gobierno le otorgó el premio Eugenio Espejo, el más alto que entrega el país.
Hijo del notable poeta Horacio Hidrovo Velásquez, su vida quiso dar continuidad a la obra de su padre y hoy se prolonga en su hija, la historiadora Tatiana Hidrovo. Es una dinastía de amantes de la cultura, que con generosidad han apoyado a jóvenes talentos.
Nuestro amigo ha querido descansar en Santa Ana, cuna de sus mayores. Cuánto necesita Ecuador de personas como Horacio, con cuya amistad nos enriquecimos y honramos.