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Ilitch Verduga Vélez

Hogares para la infancia irregular o...

06 de febrero de 2015

La mecánica y a veces arbitraria distorsión de ciertas políticas públicas en beneficio y protección de la niñez desvalida puede tener gravísimas desfiguraciones, que generan falseamientos de los fines socioeducativos del gobierno de la Revolución Ciudadana. Idea central del proyecto liberador de Alianza PAIS que es el bienestar de la población, esencialmente de los segmentos más pobres, entre ellos los niños abandonados o rescatados de irregularidades familiares ciertamente catastróficas, para incluirlos en programas de recuperación que les posibilite una vida futura, con mayores expectativas de progreso, inmersos en un sistema justiciero que favorezca a aquellos menores sustancialmente en disposición de vulnerabilidad, que precisamente ameriten la mayor atención para sus cortas vidas destrozadas y autoconvencidos de ser personas sin destino, es y será de los mayores y luminosos postulados humanistas del  gobierno  de Rafael Correa Delgado.

Empero, existen situaciones que no se pueden dejar pasar con indiferencia o ligereza, y referente a pocas entidades, donde  coexisten todavía las antiguas prácticas, del país del pasado, en las que se combinan la inopia heredada de los añosos institutos de rehabilitación, unida a cierta  penuria técnica  de sus directivos, el exceso para la cobertura asistencial de las criaturas cuyas edades  oscilan  entre 0 meses de nacidas y hasta casi los 12 años por funcionarias cuyas tareas, ya de por sí duras y complejas, son más difíciles, dada la cantidad de niños a atender o asistir en cada jornada.

Además, la convivencia -por llamarla de algún modo- de  lactantes, párvulos, preadolescentes, de ambos sexos, estoy cierto genera graves peligros para la integridad física, psicológica y social de los internados, sustancialmente cuando el personal es escaso o no reúne la idoneidad profesional necesaria, para la acción de recuperación de la menoridad desvalida.

A mi mesa de trabajo llegan quejas de familiares de los pequeños asilados -cuya veracidad deberá confrontarse- en las que consignan casos inquietantes por la inseguridad  y desatención esgrimida para ellos demostrada con hechos como: las falencias en las políticas de integración educativa, en los niveles iniciales y básicos, acción que debo insistir por el hecho insólito, que se ha denunciado, que chicos en edad preescolar y escolar no asistan a entidades educacionales regulares de ningún tipo; o la negativa praxis en la ingesta alimenticia diaria -no por falta de recursos estatales- más bien por deficiencia  de gestión, así, el acto vital de la nutrición de 8 lactantes por tutora; iguales exigencias  para el mismo número de menores  para el aseo; o las acciones instructivas y socializadoras siete veces por día es una barbaridad metodológica. Pues bien, sucede.

La descoordinación con entidades del Estado: de salud y educación son notorias. El grupo de críos llamado ‘caminantes’ no dispone de enseñanza sistematizada común o especial acorde con su déficit  de instrucción o daño psicosocial. La asistencia sanitaria frente a recurrentes males infantiles implica dispensar  fármacos y fórmulas a lactantes y párvulos con sobreexposición  laboral del  mismo personal.

Creo -y sustentado en el mayor de los criterios éticos- debe realizarse una investigación severa y exhaustiva, para establecer un diagnóstico diferencial y constructivo para mejorar las condiciones de vida de aquellos despojados del calor de una familia, quizá condenados a un futuro sombrío.

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