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Hay que romper una barrera

22 de diciembre de 2018

El sistema educativo está invadido por el reggaetón”, me dice Cata a la salida de un acto del jardín en Argentina. Ella estudia magisterio y además es niñera. Acaba de asistir a un acto escolar emotivo, que mostró dedicación y el trabajo de meses de maestros y maestras en las salas. Cuando llega el cierre para bailar “una que sepamos todos”, lo que suena es… “Despacito”.

Le provoca cierta contradicción: ve a sus futuras colegas felices compartiendo esa música con los nenes y nenas. “¿Y por qué le dice que se va a olvidar de su apellido?”, le pregunta el nene que cuida, mientras sigue cantando: “Hasta provocar tus gritos… Y que olvides tu apellido…”. “Si los papis se tomaran cinco segundos para pensar en las letras, pedirían cambio de repertorio”, se ríe Cata.

Pero los papis y las mamis estuvimos bailando “Despacito”. Al fin y al cabo es lo que suena en la radio y en las fiestas, y también en los actos escolares. No importa si en la hora de música, como si fuera un compartimento estanco, los nenes y nenas conocieron canciones como las de Canticuénticos, o las de los actos escolares de Sebastián Monk, por citar solo un par de las que más circulan en los jardines. No importa si hay tantas más, pensadas para nenes y nenas, no porque los traten como bobos sino porque los interpelan como lo que son: nenes y nenas.

Pienso en cuánto camino le queda por recorrer a esa música, tan fértil en creación en el último tiempo, en su relación con el sistema educativo. Un lugar vital, justamente, para “dar a probar” lo que el mercado no ofrece. Pienso en lo que pasa, en cambio, con la literatura: en las escuelas y jardines circulan, en general, libros de gran calidad.

En nombre de los niños y jóvenes también se editan porquerías, algunas son best sellers. Sin embargo esos no son los libros que se citan, se leen en las clases. Y si llegara un texto con contenido inadecuado, discriminatorio, seguramente llamaría la atención. ¿Por qué, en cambio, con la música hay permiso para dar a escuchar cualquier letra machista y berreta?

La música para niñes está necesitando, de manera urgente, romper también esa barrera. Salir del gueto del jardincito progre, del tallercito de arte. (O)

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