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El Telégrafo
Pablo Salgado Jácome

"Hay que llamar a los doctores, las instituciones culturales están enfermas"

10 de junio de 2016 - 00:00

“Si no hay revolución cultural, cualquier revolución ciudadana estará coja, mutilada, ciega. De ahí que no es sencilla la tarea del nuevo Ministro de Cultura y Patrimonio, pues sabemos que es más fácil comenzar de nuevo que desarrugar. Pero este es el reto del nuevo ministro”, escribíamos
-en septiembre de 2014- cuando asumía sus funciones Francisco Borja Cevallos.

Exactamente lo mismo debemos decir hoy -dos ministros más tarde- cuando asume sus funciones el nuevo ministro Raúl Vallejo Corral, el noveno en casi diez años de Revolución Ciudadana.

Del mismo modo, hace cuatro años, cuando el escritor Raúl Pérez Torres asumió la presidencia de la Casa de la Cultura Ecuatoriana dijo a viva voz: “Hay que llamar a los doctores, la Casa está enferma”. Entonces, Raúl Pérez confiaba en que esos doctores la aliviarían. Sin embargo, luego de cuatro años, la Casa no solo que no ha mejorado, sino que se ha agravado; agoniza.

Tan grave está que, como el propio Pérez Torres asegura: “vive de milagros”. Y es cierto, el 70% de su presupuesto se destina al pago de sueldos de la burocracia, cuando como máximo debe ser el 30%. Pero además, de los 9 millones 500 mil dólares de su presupuesto de 2015,  4 millones se destinan -se transfieren- a dos entidades que operan como privadas: el Ballet Nacional del Ecuador y Jacchigua, y eso que -a inicios de la Revolución Ciudadana- se prohibieron las pre-asignaciones.

Con ese 30% restante, y 24 núcleos provinciales, es poco lo que se puede hacer en inversión cultural. Además, los escasos recursos que se consiguen por autogestión -arriendo de teatros- va a la cuenta del Ministerio de Finanzas y no se reinvierten en cultura. Es decir, se impone una urgente reestructuración integral, que cambie de raíz el actual modelo de gestión, caduco y obsoleto.   

Tan caduco y obsoleto que no son pocos los artistas y creadores que prefieren su desaparición. Hace rato que La Casa no responde a las necesidades y demandas de los artistas y creadores. Apenas si se concedieron a un grupo de gestores culturales, vinculados a las artes escénicas, espacios para que lo gestionen -sin apoyo alguno- como salas para sus ensayos y presentaciones.  

Ecuador no merece una institución ineficiente y desconectada de los procesos culturales contemporáneos. Su autonomía solo se entiende en función de un nuevo modelo de gestión que la refunde, que la vitalice, que la sane. Y este cambio radical -no maquillaje- debe incluir una nueva gobernanza y, por supuesto, un nuevo sistema de elecciones que permita renovar y, sobre todo, terminar con ese modo clientelar de hacer cultura.

Éstos cambios deben darse a través de la nueva Ley de Cultura. Y esta es la tarea del nuevo ministro Vallejo. Superar los enfrentamientos innecesarios y articular, con la Asamblea Nacional, la nueva Ley de Cultura para la implementación del Sistema Nacional de Cultura, lo que le permitirá también reestructurar al propio Ministerio de Cultura y Patrimonio que terminó, luego de nueve años, convirtiéndose en aquello que criticaba: parecerse a la Casa de la Cultura Ecuatoriana. (O)

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