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El Telégrafo
Oswaldo Paz y Miño

Ha muerto

25 de agosto de 2021

Sí, y el blanco, se ha vuelto oscuro. La camiseta ha trocado de color. Se han silenciado las calles, se ha instalado el miedo a perder lo logrado. A que desaparezca la institucionalidad, a que todo quede en situación fallida. Veinte años de lucha, corren el riesgo de irse al garete. Su partida deja un espacio vacío, difícil de llenar, al menos en un tiempo predecible Se ha ido, cuasi de pronto, si bien se conocía que tenía padecimientos, nadie se imaginaba el tan dramático desenlace, los ciudadanos le habían tomado cariño, hombres y mujeres sentían su presencia, era compañía dentro y fuera de todos los escenarios.

Ha muerto, y ahora deja lamentos, un futuro incierto, en tantas actividades que se instalan en el limbo, su deceso detiene el progreso, corta de raíz los avances en la cultura integral del país, y sobre todo mutila la participación femenina en el estudio, en el trabajo, en los deportes, entre esas disciplinas el fútbol integrador de sociedades bajo una causa, una hinchada, una bandera.

Ha muerto, y el desconcierto es generalizado, el planeta le debe minutos de silencio, y la promesa de recuperar lo que logró en vida. Es necesario un seguimiento a nivel institucional, a los dirigentes que ahora quedan en el poder, han de probar que no son sectarios, que son capaces de portar la bandera blanca de la paz, y de las libertades, sin fundamentalismos, sin fanatismo.

Tienen que convencer que son aptos y virtuosos para lograr acercamientos con los rivales, y tender puentes en bien de la mayoría, que ha quedado huérfana, cercada, sin capacidad de expresión. Los que se quedan en el poder una vez que ha muerto, quien ha muerto, son temidos, y están vigilados, para disipar las dudas que se ciernen sobre ellos, habrán de exhibir humanismo, y capacidad de trabajo con otros equipos y líderes del planeta, caso contrario, corren el riesgo de ser aplastados tarde o temprano, con pérdidas para todos.

Ha muerto y con su fallecimiento todo lo que viene es sospechoso, nadie confía en nadie. El éxodo fue inmediato, cambiar de camiseta fue una opción urgente, ante la debacle que se vino, resultó mejor buscar estrategias para sobrevivir.

Ha muerto y no en paz. Ha muerto y las armas hablan, los gritos disponen y la violencia ya sembrada, florece como hierba mala, por todo lado.

Ha muerto y ya hay evidencia de abusos, de ataques, de represión, a los que no están de acuerdo con la conducción asesina, ni con las violaciones a los derechos humanos, sobre todo los de las mujeres, que se ufanaban de poder expresarse libres, sin intimidaciones.

Ha muerto y la sociedad inclusiva, ha dejado de ser tal. Ha muerto, ¿quién ha muerto?...

Ha muerto la libertad en Afganistán. Ha sido asesinada por un oso poderoso, prepotente, taimado, perverso, atropellador, uno negro, que se cree el papá de los afganos, uno que quiere instalar el terror, y el extremismo religioso para someter a la población atormentada por invasiones de todos los colores y sistemas.

Los talibanes que son la expresión radical, fanática, cruel por su equivocada forma de interpretar el Islam, y el Corán, han dado muerte al derecho humano llamado libertad, para instalar su forma de gobierno y visión religiosa que especialmente acomete contra las mujeres y sus derechos fundamentales.

Ha muerto la libertad, viva la libertad. La resurrección de ella en Afganistán le compete al mundo, los países del orbe tienen que demandar respeto por la vida de los afganos que no

pueden dejar su tierra, por que lo impiden los talibanes. No pueden permanecer indiferente los Estados libres del mundo, ante una amenaza que compromete al planeta. Ecuador se ha inscrito como país solidario para recibir afganos en nuestra territorio, buena decisión, justa. Tarde o temprano los perversos se irán, es ley de vida, la paz en la eternidad no estará con ellos.

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