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La salida del Reino Unido de la UE, como fruto del referéndum realizado en semanas previas, ha generado el mayor problema a la organización de integración, la más importante del orbe. Gran club del mundo, tanto por el número de Estados que lo forman y por su producto interno bruto, cuyo monto es de las más altos del planeta, cuanto porque es mercado importante de productos, de países, de economías emergentes y vendedor de tecnologías sustanciales, para el desarrollo de esas mismas tierras. Hoy es evidente que la arquitectura de la UE sufrió un fuerte golpe, acarreando situaciones difíciles a la economía mundial, de por sí, ya maltrecha.
Todo aquello surge tal vez de incongruencias, de desconocer el espíritu del electorado inglés, tradicional y nostálgico por las viejas conquistas coloniales de un imperio, paulatinamente esfumado, desde los tiempos del término de la segunda conflagración mundial. Y que además resiente que su archirrival, en dos guerras universales, Alemania, tenga las riendas del mando en Europa, debido a su poderío financiero y el enorme potencial industrial, de su estructura. Y también -hay que recordarlo- Inglaterra siempre fue un socio incómodo en la Unión Europea, no solo por su reticencia a participar en la denominada zona euro y los acuerdos migratorios de Shegen, además de sus continuas críticas y desafíos, dada su unión de un siglo con EE.UU.
Los estrechos resultados del referéndum, ganado por partidarios del separatismo, impulsado por la derecha británica, mostró formas y conceptos de participación distintos a otros comicios, no solo por los efectos políticos de ese plebiscito, desde luego también por el hecho financiero donde el favorecido es el precio del oro, pues el apreciado metal ha obtenido las mayores alzas desde 1986. Pero en lo humano, la consulta exhibió la división generacional existente en la antes orgullosa Albión, que hay que relievar, los jóvenes de todas las confesiones partidarias y los trabajadores, los pobres de las grandes ciudades, los migrantes, rechazaron el Brexit, y fue en el campo y las urbes menos pobladas, junto a estirpes de mayores de 50 años, donde triunfó la idea de salir de la entente unionista. Y como siempre pasa, los arrepentidos, forman legión. La sustitución de Cameron en el gobierno ‘tory’ es una señal de la época que se avecina.
No obstante se ha producido también un fenómeno, que no constaba aparentemente en los cálculos de los aislacionistas, dos de los territorios, que son parte de la Gran Bretaña, Escocia e Irlanda, donde ganó la opción de continuar en la UE, por amplio margen, que desean continuar integrados al Viejo Continente, pero fuera del arbitrio de la corona de Isabel. II. Y ese puede ser el desbande, no solo al interior del reino inglés. En otros lugares. En España, catalanes, vascos, valencianos y gallegos aspiran a crear sus propias republicas, pero insertos en la UE. El paraguas de la integración de Europa es posible que se convierta en el monumento a tesis independistas de muchos conglomerados-naciones de la vieja Europa, que durante centurias han bregado por su autodeterminación y libre determinación. El tiempo y los pueblos lo dirán. (O)