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Desde la instauración de la era del cambio, los medios comerciales, prensa escrita, radio y televisión, emprendieron, disimuladamente, su labor de hostigamiento al proceso de la Revolución Ciudadana; pero ahora, la guerra mediática se ha intensificado y sin tregua, como parte de la campaña sucia en el intento por desprestigiar el liderazgo de Rafael Correa, funcionarios y autoridades del Buen Vivir, frente a la corriente popular que propugna la reelección presidencial.
Los medios privados, durante el período republicano, manejaron las informaciones y comentarios en una sola dirección, para proteger los intereses propios y ajenos. Se convirtieron en un poder, aliado de los gobiernos reaccionarios y así, cómodamente, compartir atractivas ganancias. Silenciaban hechos de corrupción de los gobernantes y de la oligarquía; exaltaban irrisorias dádivas e intrascendentes obras para engañar a los sectores pobres de la patria y acallar su voz de reclamo y protesta.
Ingresó a la historia del periodismo ecuatoriano, el advenimiento en el país, de los medios públicos y con ello la implantación de un equilibrio en el trámite comunicacional proyectada a la formación de una correcta opinión pública. No confundir; tanto los medios comerciales como públicos deben cumplir la elevada misión: informar la verdad completa, orientar con civismo y educar, de preferencia; pero se diferencian; los llamados ‘independientes’ buscan utilidades y beneficios; el público, simplemente, no.
Frente al desvío de los medios ‘independientes’ de sus altos fines y su entrega total a la derecha conservadora, el régimen de la Revolución Ciudadana inauguró los medios públicos, organizó las cadenas y el mensaje sabatino del Presidente para clarificar la distorsión de los sucesos y las versiones de articulistas acostumbrados a ofender al adversario; e informar de las grandes obras sociales del Buen Vivir, silenciadas o minimizadas por los medios comerciales.
Hoy se contempla un panorama diferente en el escenario periodístico. Los medios ‘independientes’, alentando las marchas ridículas y sin sentido de la oposición y concediendo amplios espacios a los alcaldes reaccionarios y a políticos fracasados sobre temas insignificantes. Y de otro lado, los medios públicos, informando del proceso de cambio en Ecuador y Latinoamérica, entregando lecciones de un periodismo serio y vertical e impartiendo normas de ética a los articulistas frustrados y difamadores. Hemos entrado a la libre competencia en dirección a formar una correcta opinión de la ciudadanía sobre temas de la política nacional y la realidad de América Latina y el mundo.
Los medios privados radicalizan acciones y exigen a su personal a movilizarse con docilidad, contra el régimen y su líder, a mentir y a elogiar a los mediocres de la oposición. Mantendrán e intensificarán su guerra mediática, sin tregua, incluso desafiando la vigencia de la Ley de Comunicación. Los medios públicos informan la verdad, predican valores, plantean soluciones y enseñan a los ecuatorianos a buscar el camino para vivir en paz, sin temor y con dignidad.