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Con sorpresa he recibido la noticia de que Ecuador resignó su designación como país invitado a la próxima edición de la FIL (Feria Internacional del Libro), que se cumple en Guadalajara, México, desde hace 29 años. Porque, además, conseguir esa dedicación no fue algo fortuito. Diplomáticos ecuatorianos trabajaron con ese objetivo. Para lograrlo es preciso presentar una oferta que comprenda la exhibición de libros, la presencia de autores y la realización de actividades culturales. En ediciones anteriores han estado representados los más importantes países y altas figuras de la intelectualidad mundial. Solo al último evento asistieron cerca de 800 mil personas y concurrieron casi dos mil casas editoras de 40 países.
Frecuentemente nos quejamos de que a nuestros escritores y artistas les falta reconocimiento internacional, debido en buena parte al desconocimiento de su obra en el exterior. Esta era una oportunidad magnífica para que nuestros autores y sus obras muestren, ante tan importante y selecto público, el alto nivel de poetas, narradores, ensayistas, historiadores, arqueólogos, pintores, músicos, actores, cantantes, nacidos en nuestra tierra. El gran interés por el proceso político iniciado en 2008 en el país ayudaría a que la concurrencia a esas actividades fuera masiva y de ella se podrían derivar contactos, ediciones, encuentros futuros. Ello en la tierra fraterna que exaltó a Carrión con el Premio Juárez, y donde grandes intelectuales sembraron la semilla de una amistad especial entre los dos pueblos.
Son muy loables los esfuerzos para situar a Ecuador en la memoria internacional y no se ha escatimado esfuerzos y recursos. Con este antecedente, ¿cómo explicar que no se aproveche un espacio cultural mundial? Posiblemente la respuesta esté en la actitud de mandos medios del ámbito, que no aquilatan la importancia que la cultura tiene o debe tener en procesos de transformación profunda como el que vivimos. Hay en algunos sectores o funcionarios un menosprecio a la cultura que se manifiesta en el trato otorgado a la Casa, en la ausencia de una convocatoria abierta para discutir los lineamientos de la ley y hasta en la demora cada vez mayor en el pago mensual a los Premios Espejo -que quisieron reducir-, olvidando que esos hombres y mujeres, muchos ya de avanzada edad, viven en buena medida de ese recurso, que es el mínimo reconocimiento del país a sus mayores valores.
Sin embargo, nos da esperanza la realización del I Festival internacional de Teatro y Artes Vivas, anunciado por el presidente Correa en Loja -ciudad en la que se cumplirá esa cita-, con una oferta múltiple de música, teatro, danza, pintura, fotografía, lo que constituye algo inédito en el país. Gran parte de las actividades se realizará en el Teatro de Loja, que a un costo de $ 20 millones y con capacidad para 1.000 espectadores está próximo a concluirse.
¿Será necesario que el propio Presidente y el Ministro tomen a su cargo la tarea de convencer a quienes no lo piensan así, que la inversión en cultura es vital para la Revolución? (O)