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El Telégrafo
Edmundo Vera Manzo

Gran diálogo sobre la inequidad en el Ecuador: Si no participas, pierdes (2)

25 de julio de 2015

Existe una dificultad muy grande entre los seres humanos para expresar, comunicar y dialogar transmitiendo a los demás lo que en realidad queremos exteriorizar; otras veces nos quedamos en intenciones y no somos conscientes de los objetivos de nuestros  mensajes. Lo que es peor, muchas veces enviamos el mensaje contrario de lo que queremos.  

A mediados de la segunda década del siglo XXI y, parece todavía por mucho tiempo más, en las comunicaciones entre los seres humanos  existen expresiones que se encuentran en diferentes puntos entre el odio y el amor; ocupando un lugar importante las degradadas, cargadas de múltiples formas de violencia que denigran la condición humana como el gritar, insultar, la grosería, el lenguaje soez, el mentir, los rumores falsos, golpear, herir, matar, etc.  

No existe la persona que no comunica. Todos los seres humanos siempre comunicamos algo en múltiples formas: despiertos o dormidos; con palabras, gestos, comportamientos o en silencio; en presencia, ausencia y pensamientos expresados anteriormente. Se envían  mensajes cuando se plantean o se toman medidas a favor o contra del pueblo y de los grupos más poderosos. El diálogo es una conversación. “Es un discurrir del uno con el otro”, es un intercambio de pensamientos entre interlocutores. En el plano político el diálogo es un “esfuerzo de conciliación mediante la discusión a propósito de los problemas” entre países, países y organismos internacionales, gobierno y fuerzas que han tomado las armas, gobierno y sectores sociales y productivos, entre patronos y sindicatos, etc, “con la intención de resolverlos, evitar los enfrentamientos (huelgas, conflictos) o ponerles fin” (Louis Marie Morfaux). Los diálogos no obligan necesariamente  a ponerse de acuerdo. Básicamente hacen conocer los puntos de vista de los interlocutores en los temas que se traten. Mahatma Gandhi, líder de la lucha por la independencia de la India del Imperio Británico, con la desobediencia civil y diversos métodos no violentos, nunca dejó de dialogar en medio de la  lucha política. En la guerra de Vietnam se dialogó en París durante años simultáneamente con los bombardeos y batallas hasta el final de la derrota norteamericana. El diálogo por la paz que se lleva en Cuba, entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el gobierno colombiano, lleva tres años sin que disminuya  la intensidad de los combates  en medio de una guerra fratricida de más de medio siglo. La república de Irán, castigada con sanciones económicas, acaba de terminar un proceso de negociaciones sobre su producción nuclear con el grupo de las cinco potencias mundiales, más Alemania. El denominador común de estos diálogos-negociaciones es que se efectuaron en medio de luchas políticas, guerras y sanciones, sin que  estas fueran motivo para dejar de dialogar.

La única condición del diálogo es el respeto de la integridad física de los que participan en las negociaciones. Los diálogos no imponen condiciones para que se realicen ni obligan a un desenlace que haga felices a todos. El ser una persona pobre o grupo o país débil, y ser agredido física, emocional, intelectual, económica, cultural y espiritualmente, no es suficiente para convencer y ser respetado por los más poderosos.  Quien no asiste a un diálogo, pierde de antemano. El gran reto para los pobres, excluidos, oprimidos y todos los ciudadanos, sin excepciones, de cada uno de los sectores sociales y productivos del Ecuador, es proponer medidas concretas para reducir las inequidades e injusticias existentes. Convencerán los que propongan los valores más altos de la humanidad y sepan llegar a  la conciencia de la mayoría de los ciudadanos, que se convertirán en los que deciden en las elecciones. Es la única guerra que debe existir entre los seres humanos: la de las ideas, en la cual quien no quiere dialogar o tiene peores argumentos, pierde.  (O)

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