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Genética para la guerra

19 de agosto de 2012

La mala aplicación de la Genética y sus herramientas, así como el conocimiento exhaustivo del ADN, han llevado a manipularlo de forma direccionada, caprichosa y malévola. Este mal uso, en la actualidad nos enfrenta a nuevos enemigos: los organismos genéticos modificados para la guerra, entre los que pueden estar virus, bacterias, hongos, parásitos, rickettsias o protozoos.

Estos organismos manipulados no pueden ser controlados como se desearía; al diseminarse por agua, viento y las propias personas, su eficiencia y selectividad disminuyen.

Países como Estados Unidos, Francia, Alemania, Reino Unido, Rusia, han sido cuestionados por mantener “reservas” de organismos para la guerra. Ellos han argumentado que las investigaciones que realizan tienen como fin “la defensa” y por lo tanto son legítimas. Pero cualquier otro país que investigue para desarrollar armas biológicas se convierte, para esas naciones hegemónicas, en amenaza mundial.

La guerra biológica resultaría menos costosa, entre otras razones, porque las instalaciones necesarias para producir organismos modificados son pequeñas. Las empresas productoras de biotecnológicos en países del primer mundo se han opuesto a las inspecciones preventivas, argumentando que sus procedimientos son “secreto industrial”.

Sin embargo, se pretende inspeccionar a los denominados “países descalificados”. En el 2003, 143 naciones reunidas en Ginebra revisaron la Convención sobre Armas Biológicas de 1972, pero llegaron a casi nada, por los intereses políticos y económicos de ciertos gobiernos.

Los poseedores de organismos para la guerra, ahora y a través de los conocimientos en ingeniería genética, están en una nueva cruzada: modificar los genes de sus soldados para controlar el hambre, el sueño, el cansancio, el dolor y hacerlos más fuertes, así como desarrollar genes de regeneración de miembros amputados.

Los investigadores justifican su trabajo argumentando que la “industria de la guerra”, que mueve unos 40 mil millones de dólares al año, se beneficiaría aún más económicamente al controlar estos “errores biológicos de los humanos” y tener la capacidad de “producir” soldados más baratos y más resistentes.

La doble moral que rodea a las guerras es despreciable. Incluso se ha llegado a hablar de la “guerra humanitaria”. Las razones de las guerras son económicas, ideológicas, religiosas y de poder. Aún está la humanidad muy lejos de construir un nuevo orden mundial de paz, equidad, justicia y mejor distribución de la riqueza, condiciones esenciales para una vida digna.

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