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El Telégrafo
Roberto Follari (*)

Fútbol y buitres

18 de julio de 2014

El fútbol produjo una rara metáfora sobre los ‘fondos buitre’, en el momento en que Argentina está siendo acosada judicialmente por estos especuladores financieros globales. Había que jugar la semifinal y la final contra equipos europeos que responden a una geopolítica del fútbol que los favorece ampliamente; y se logró una fuerte solidaridad interna ante la circunstancia futbolera, parecida a la que se necesita frente a los buitres, y que en parte menor ya se ha conseguido frente a estos.

Alemania ganó con justicia la final; si hubiera ganado Argentina, también hubiera sido justo para un partido parejo. Si bien la pelota y el campo fueron de los germánicos, el esquema defensivo del equipo rioplatense no le impidió producir tantas ocasiones de gol como las de su adversario. Por cierto que la metáfora también alcanzó al árbitro: si un juez estadounidense ha convalidado la petición ‘buitre’ contra el Estado argentino, el juez del partido final quedó en discusión en torno de una jugada del arquero ‘teutón’ que muchos juzgaron era penal contra Alemania, y que dicho árbitro sancionó a la inversa (cobró foul contra el atajador germano). Claro que la situación no es equivalente: el árbitro quedó en discusión de si en esa jugada favoreció a los alemanes, mientras el juez estadounidense Griesa ha venido favoreciendo inequívocamente a los especuladores internacionales instalados en el norte del mundo.

Lo cierto es que la población argentina recibió como héroes a sus jugadores, advertida de que estos habían trabajado con tesón y calidad, y que el resultado de la final pudo ser otro. Ciertamente, el equipo había quedado solo por debajo de uno, y por encima de otros treinta participantes en el Mundial (y muchos más en las eliminatorias previas). Incluso la presidenta Fernández de Kirchner pudo, por una vez, no ser atacada por los medios hegemónicos ultraopositores, cuando en representación de todo el pueblo argentino honró a los jugadores al regreso de estos a Buenos Aires.

Es que a lo acontecido dentro de un campo de fútbol hay que agregar la ventaja estratégica con que cuentan los países europeos para la contienda. Jugar contra un equipo europeo actual es jugar contra un seleccionado multinacional; hay jugadores de todos los colores étnicos y países de nacimiento en cada equipo europeo.

Los latinoamericanos, en cambio, jugamos solo con lo propio. Para colmo, nuestros jugadores andan dispersos por el mundo, pues en el capitalismo central pueden pagarles más; ello no hace menos meritorio, pero sí menos comparable el cuidado de la selección alemana, que lleva 10 años de preparación relativamente continua. Es una posibilidad sencillamente inexistente para la mayoría de los equipos latinoamericanos.

Ojalá se advierta -singularmente dentro de la Argentina- cuánto en común tiene la situación frente a los ‘buitres’ con la vivida en el fútbol. La necesidad de un frente nacional unido es absoluta frente a la presión ‘buitre’ para que el país sureño pague lo impagable. El entusiasmo colectivo que vivió la Argentina, los gorritos, los carteles, las banderas, el celeste y blanco de camisetas que se derramaron por Copacabana como si fuera un barrio más de Buenos Aires, los abrazos y las lágrimas de la emoción en los triunfos y en la final derrota, ojalá puedan de algún modo sostenerse como conciencia colectiva frente al poderío de la especulación de estos capitales financieros piratas. Que se sepa enfrentar a ellos como se enfrentó a un potente fútbol alemán, que es mérito y logro genuino de sus jugadores y su equipo técnico, indudablemente; pero que también goza de ventaja estratégica en una geopolítica del deporte que se entroniza desde los centros capitalistas del norte del planeta.

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