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El Telégrafo
Alfredo Vera

Francisco, nuestra cordial bienvenida

07 de julio de 2015

Es mucha nuestra pretensión de que su santidad, el papa Francisco, nos otorgue el privilegio de leer estas líneas, con el cúmulo de actividades que está cumpliendo por su extraordinaria deferencia que le hace al pueblo ecuatoriano de visitarnos como primer país de recibirlo en su periplo inicial al continente latinoamericano.

Pero nuestros lectores sí pueden y deben compartir el regocijo que alimenta a todos los ecuatorianos, casi sin excepción, por el obsequio que representa su presencia en cualquier lugar de la Tierra: como sucede en casi todos los ámbitos del quehacer humano, el papa Francisco ha llegado a ocupar ese privilegiado sitial en momentos dramáticos en que se desenvuelve la humanidad, atrofiada por tantas contradicciones, que van desde las disputas verbales hasta el desate de la violencia en guerras fratricidas por causas que de ninguna manera se justifican.

El Francisco terrenal que nos visita ha optado seguir la ruta de la paz y de la justicia, valores que la humanidad entera ansía alcanzar por encima de las naturales diferencias entre personas, entre grupos sociales, entre sociedades, entre Estados, entre regiones, entre continentes.

También el papa Francisco ha optado por proclamar la necesidad de alcanzar una relativa equidad para todos los seres humanos, como sustento de la justicia, para que pueda hablarse de ese precioso don que es la paz.

Equidad, justicia y paz son el sustento de su pensamiento y sus proclamas que las divulga a lo largo y a lo ancho del globo terráqueo, clamando por un milagro divino que permita ser escuchado por quienes gobiernan y son gobernados sobre la faz de la Tierra.

Francisco es el primero en saber lo difícil y distante que es alcanzar esas metas porque en el propio y brillante rol que desempeña al mando de la religión católica, en todos los ámbitos de la vida humana, las pasiones genéticas que nos envuelven a todos por igual entran en contradicción con esa utopía inalcanzable.

Su visita a Ecuador le permitirá reconocer (porque ya nos conoce desde hace rato) que somos un país, guardando las diferencias, igual que los demás del continente e igual que los de todo el mundo.

Pero el rol que el destino le ha confiado lo obliga a estar por encima de las grandes y pequeñas rivalidades y cumplir con el mandato que él mismo ha escogido, de predicar por la equidad como conducto para llegar a la justicia y encontrar el camino de la paz.

Por encima de que seamos creyentes o no y que practiquemos o no alguna religión, de todo corazón le agradecemos a Francisco el privilegio de esta visita y le declaramos compartir nuestra afiliación a su doctrina de que hay que luchar por la equidad, si queremos hablar de justicia y anhelamos con permanente pasión a luchar por la paz, bendita paz entre humanos, pueblos y naciones. (O)

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