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Padre Pedro Pierre

Francisco, mensajero de la vida

13 de septiembre de 2017

El papa Francisco ha regalado a nuestra hermana vecina Colombia cinco días de palabras, gestos, sonrisas, abrazos… para confirmar y asegurar una paz duradera. Su propósito era claro: “Iré como peregrino de esperanza y de paz”, como también su lema principal: “Demos el primer paso para tender puentes y crear fraternidad”. Algunas migajas han de alcanzarnos a los ecuatorianos. De las veinte intervenciones que tuvo el Papa, he aquí algunas expresiones que me llamaron la atención.

Con sus primeras palabras, Francisco dio el tono, dirigiéndose a jóvenes: “Muchas gracias por la valentía y por el coraje, no se dejen robar la alegría. ¿Qué es lo que no se tienen que dejar robar? [Los jóvenes: ¡La alegría!] Que nadie se las robe, que nadie los engañe. No se dejen robar la esperanza. ¿Qué es lo que no se tienen que dejar robar? [Los jóvenes: ¡La esperanza!]”.

En Medellín, el Papa sabía que estaba en el corazón de la Iglesia continental liberadora; por eso rindió homenaje al texto que los obispos del continente redactaron en 1968 para “aplicar el Concilio a la realidad latinoamericana”. Allí pusieron los fundamentos de la Iglesia de los Pobres con su “opción preferencial” por ellos, confirmaron las Comunidades Eclesiales de Base y la Teología de la Liberación. Allí el Pontífice llamó a los cristianos “a ser discípulos que sepan ver, juzgar y actuar… Discípulos misioneros que saben ver, sin miopías heredadas; que examinan la realidad desde los ojos y el corazón de Jesús, y desde ahí la juzgan. Y que arriesgan, actúan, se comprometen”.

En Bogotá, a los miembros del Celam (Consejo Episcopal Latinoamericano) hizo un vibrante llamado: “Si queremos servir a nuestra América Latina, lo tenemos que hacer con pasión. Hoy hace falta pasión. Poner el corazón en todo lo que hagamos, pasión de joven enamorado y de anciano sabio, pasión que transforma las ideas en utopías viables”. Les recordó que las mujeres no sean reducidas “a siervas de nuestro recalcitrante clericalismo; ellas son […] protagonistas en la Iglesia latinoamericana; en su salir con Jesús; en su perseverar, aun en el sufrimiento de su pueblo; en su aferrarse a la esperanza que vence a la muerte… Si queremos una nueva y vivaz etapa de la fe en este continente, no la obtendremos sin las mujeres”.

En Villavicencio, en la iglesia y a los pies de la imagen del Cristo de Bojayá, una figura sin brazos ni piernas destruida en una explosión durante los combates entre las FARC y los paramilitares en 2002 donde murieron 79 personas, la emoción del Papa era visible: “Colombia, déjate reconciliar. Es hora de sanar heridas, tender puentes, limar diferencias”.

A los sacerdotes y religiosas, Francisco les recordó que “el diablo entra por el bolsillo” y les invitó a “ir mar adentro… Permanecemos en Jesús tocando su humanidad y contemplando su divinidad; permanecemos en Él para vivir en alegría… Siempre con las víctimas”.

Como a los colombianos, el Papa nos invita a aplicar día a día estas tres actitudes: “Ir a lo esencial, renovarse e involucrarse”.

¡Gracias, papa Francisco! (O)

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