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Existen algunos elementos que miden la salud democrática de un país: elecciones libres, división de poderes, existencia de partidos políticos, libertad de expresión, alternancia, entre otros muchos. La combinación de estos elementos y los niveles que los mismos alcancen determinarán el verdadero funcionamiento de una democracia. Hace poco más de un año, muchos analistas, académicos, políticos, cuestionaban nuestro nivel de democracia, algunos planteaban la existencia de una dictadura civil, otros hablaban de un hiper-presidencialismo, pero existía un claro sentimiento que apuntaba a la pérdida de libertad y a un retroceso en el Estado de Derecho.
Los nuevos planteamientos del actual Presidente generaron dudas y a la vez levantaron expectativas. Sin embargo pudimos presenciar palpables transformaciones, una de las más visibles es la relacionada con la libertad de expresión.
Después de años de control, de censura, incluso de persecución, en poco más de ocho meses de gobierno, los cambios que se han dado en torno a la libertad de expresión son significativos.
La generación de espacios plurales, la democratización de los medios de comunicación estatales han puesto de relieve la importancia de estos cambios que parecen marcar el camino hacia una comunicación real y alejada de la propaganda institucional.
Además, la intención de viabilizar económicamente a los medios públicos, hasta hace poco una lacra importante para las arcas estatales, se presenta como uno de los objetivos prioritarios en este proceso de cambio.
Hace unos días asistimos a un relevo en la Secretaría Nacional de Comunicación. El discurso del nuevo secretario abordó elementos claves tales como: democratizar este espacio, abrirlo a los diferentes medios, ser una fuente de información y no de propaganda política y proponer reformas a la cuestionada ley de comunicación. ¿Nuevos aires para la libertad de expresión en Ecuador? Todo parece indicar que sí, pero no olvidemos que la sociedad civil debe permanecer como el principal veedor de esta libertad. (O)