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Pensar que podemos lograr el total exterminio de la criminalidad es una utopía. Nos estamos acostumbrando a convivir con este fenómeno social en el que nosotros somos los protagonistas. La “teoría de las actividades rutinarias” (Cohen y Felson 1979), que sostiene que para que un crimen ocurra deben coincidir temporal y espacialmente tres elementos: un potencial agresor, la ausencia de un supresor efectivo y un objetivo apropiado, elementos que componen el llamado “triángulo del crimen”.
La teoría del crimen por oportunidad sostiene que el potencial agresor evalúa el contexto, incluidas potenciales víctimas, tamaño o calidad del botín y posibilidad de éxito y en función de ello decide si actuar delictivamente en ese momento y en ese lugar.
La perfilación geográfica del delito es fundamental para un efectivo control de la seguridad ciudadana, el espacio físico escogido para delinquir tiene dicha particularidad en donde de manera individual o conjunta pequeñas y grandes mafias aprovechan para consumar el crimen, eso es lo que ha sucedido en muchos espacios territoriales del país, incluidas las cárceles.
La Policía Nacional interviene activamente en la represión jurídica del delito, desarticula bandas delictivas así lo evidencian los operativos llamados cero impunidad, dominó, costa uno, eslabón, avalancha, mega avalancha, jaque mate en donde miles de personas han sido detenidas, sin que se terminen estas organizaciones criminales que saben cómo multiplicarse, enquistarse y seguir en sus fechorías.
El análisis de la geografía del delito contribuye a conocer las relaciones causa-efecto con miras a incorporar programas de prevención. Sin darnos cuenta al fenómeno criminal lo vamos asumiendo como parte cotidiana de nuestra vida, la alarma social nos afecta momentáneamente de la que pronto nos recuperamos psicológicamente.
Pensar que la efectividad del sistema legal, el aumento de fiscales y jueces y la capacitación de los policías conlleva a desaparecer la delincuencia es otra utopía; lo que vamos a observar es que a la par hay un crecimiento igual de delincuentes, lo que el Estado debe atacar es la raíz del problema y no únicamente los síntomas, todo esto a través de una moderna política criminal.
En fin, la sociedad tiene el crimen que quiere tener. (O)