Fue Aristóteles (384-322 a.C.) a quien se le imputa el haber reconocido y clasificado los primeros cinco sentidos orgánicos: vista, olfato, sabor, tacto y oído, los cuales contienen receptores para estímulos específicos que están conectados a nuestro sistema nervioso, que envía datos al cerebro, proveyendo con información útil acerca del mundo externo y físico que nos rodea. Pero, ¿qué tal acerca de nuestro mundo interno y esencial? Puesto que la ciencia no ha avanzado lo suficiente para detectar los campos de energía de los 6° y 7° sentidos, dichos fenómenos han sido ilegítimamente catalogados de paranormales y aun ridiculizados. Están íntimamente entretejidos con los otros cinco sentidos, el cerebro los usa para recoger información del mundo exterior que yace en nuestro mundo metafísico conteniendo percepción extrasensorial y ‘chakras’ que corresponde a nuestro 6° sentido y que recientemente ha llegado a ser conocido por la humanidad. Sin embargo, queda todavía por dilucidar si tenemos 7° sentido o no.
Los budistas consideran la mente como otro órgano de los sentidos que, procesando los datos colectivos de los primeros cinco sentidos, sirve de puerta de entrada produciendo un salto exponencial hacia un más amplio espectro de percepción que incluye nuestro sistema sensorial interno. Este sistema extrasensorial funciona en el dominio de lo psíquico.
Nuestro 6° sentido ha sido temido y reverenciado desde las más primitivas especies de los seres humanos, dependiendo del período de la historia en la que tuvimos la suerte de nacer. Si hubiéramos tenido la fortuna de nacer en las tribus nativas de América, probablemente nos habrían reconocido como genios o ‘shamanes’ de la comunidad. Pero históricamente, aquellos que no han percibido su sistema de guía interna o aquellos sujetos a una cultura o condicionamiento que solamente reconoce fuerzas externas de poder, generaron una desinformación temerosa sobre nuestro 6° sentido, que originó ostracismo social y aun la muerte para los que sí lo percibieron.
En tiempos modernos hay todavía poca información del tipo cualitativo sobre el 6° sentido. Y para añadir una cuota mayor de misterio, un 7° sentido está saliendo a la luz, conforme la humanidad continúa su evolución a formas más altas de conciencia. Me pregunto: ¿Por qué los políticos, economistas y directores de empresas no pueden arreglar los problemas que todos los vemos? Y lo peor es que complican más las cosas tratando de resolverlas. ¿Por qué la más cara guerra contra el terrorismo en la historia de la humanidad luce como que produce más terroristas? ¿Cómo la política económica, diseñada para salvar a la clase media y a los pobres, termina destruyéndolos? ¿Por qué nuestros políticos llegan a ser tan extremistas? Pues lo que alcanzo a notar es que todos estos problemas son el mismo problema: los networks están cambiando el poder, de la misma manera que cambiaron la forma como trabajamos, nos entretenemos y aprendemos. Y networks no es simplemente internet o redes sociales, sino cualquier colección de nodos interconectados: gente, acciones de bolsa, monedas, datos. Profundizando en este tema para entender estos cambios de tal manera que podamos sondear el futuro, es necesario desarrollar el nuevo 7° sentido. Asumiendo que la Revolución Industrial fue tan profunda que demandó el desarrollo del 6° sentido, que aún lo necesitamos. Pero ahora necesitamos también sentir lo que significa estar constantemente enlazados y cómo afecta nuestro mundo y vidas. Dentro de un siglo, los historiadores que estudien nuestra época verán claramente una línea divisoria marcando el éxito y el fracaso, línea marcada por aquellos que tienen esta nueva sensibilidad y los que no la tienen. (O)