Ecuador, 20 de Mayo de 2024
Ecuador Continental: 12:34
Ecuador Insular: 11:34
El Telégrafo
Alfredo Vera

Estado laico

01 de septiembre de 2015

Eloy Alfaro fue proclamado como el ecuatoriano más grande de todos los tiempos, entre otras fundamentaciones, por haber convertido a Ecuador en un Estado laico, abriendo el camino para que nunca más se genere un conflicto interno en la pugna por la supremacía de la religión sobre el gobierno, o viceversa, del gobierno sobre la religión: cada uno marchando por su lado sin generar conflictividad o pugna interna, considerando que en un país como el nuestro, tenemos un gobierno único y varias religiones.

En todas las constituciones posteriores a la Revolución Alfarista, siempre se ha proclamado que Ecuador es un Estado laico y la obligación de las instituciones y las personas es la de mantener esta identidad y evitar que los conflictos, además de políticos y económicos, también nos enfrenten a una pugna vinculada a las creencias religiosas.

En la reciente visita del papa Francisco a Ecuador y otros países pudo verse con claridad cómo un prelado es capaz de sostener sus criterios y tratar de orientar a los creyentes dejando a un lado la posibilidad de parcializarse en los asuntos internos de las sociedades: condenó y criticó los sistemas que dan preeminencia al capital sobre el ser humano y defendió con vehemencia las políticas a favor de los más necesitados y marginados.

Por eso fue una sorpresa desagradable que el obispo de Guayaquil, monseñor Arregui, haya emitido varios conceptos criticando al Gobierno actual y sugiriendo de su parte que hay una falta de credibilidad, sobre todo en la propuesta de los diálogos universales y abiertos para definir el país que las mayorías desean para sus hijos y sus nietos.

Un pronunciamiento provocador que, sin sutileza alguna, se parcializa a favor de los opositores al régimen actual, justo cuando el país está superando el drama de la violencia desatada con el pretexto solapado de convocar a un paro nacional indefinido que, a su vez, se respaldaba con una supuesta marcha indígena que se convirtió en una simple caravana vehicular.

El monseñor ha estado convencido de que el pueblo ecuatoriano ha perdido la memoria de lo que significó el febrescorderato y las secuelas de los gobiernos transitorios que eran tumbados fácilmente con un simple calentamiento de las calles, incrementado por la violencia desatada por las fuerzas represivas que hoy han cambiado totalmente de procedimiento, cuando resulta que son ellos los agredidos y golpeados por una turba de salvajes.

Ha hecho muy bien el asesor jurídico de la Presidencia, doctor Alexis Mera, en señalarlo como un recadero de la derecha, identificándose siempre como íntimo consultor de los grandes magnates. Provocar una pugna de un mínimo sector de las autoridades eclesiásticas, politizándose en contra del régimen actual, es un pecado capital que seguramente, al conocimiento de esta situación, el primero en reaccionar negativamente contra el prelado Arregui sería el papa Francisco, que dejó muy claro, en sus diálogos con las multitudes de nuestro continente, que él es partidario de una transformación pacífica en beneficio de los marginados.

Hay que cerrar las puertas para impedir que llegue la pugna entre el Estado y la religión mayoritaria del pueblo ecuatoriano, porque sería muy grave que, además de las situaciones difíciles mundiales por la crisis financiera que pulula por todos lados, le agreguemos una mancha más al tigre que anda suelto. (O)

Contenido externo patrocinado