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El Telégrafo
César Hermida

Enfoque intercultural de salud

25 de junio de 2016

La Constitución ecuatoriana exige un Sistema Nacional de Salud en el marco de la concepción del Buen Vivir o Sumak Kawsay.   Pero, ¿hasta qué punto el sistema alude a ese Buen Vivir o se queda solo en la concepción biomédica de ausencia de enfermedad?

La concepción integral de salud se refiere a satisfacer las necesidades humanas en los tres dominios: físico biológico del cuerpo (la herencia animal de nutrición, sexualidad, vida de relación que en los humanos es el trabajo), cultural de las comunidades y social general con la presencia del Estado que, para la prestación de esos servicios, debe construir esa política pública. La salud es la manifestación y, al mismo tiempo, la esencia de la vida plena.   

La salud es un bien, un bien de uso que sirve para el desarrollo de la persona humana en esos tres dominios señalados y no exclusivamente en el contexto económico. Los bienes materiales, sumados a la producción subjetiva cultural, deben contribuir a la salud colectiva social. E. Morin critica de Marx que “le falta la subjetividad humana, la interioridad humana: solo vio al hombre productor” (Mi camino, Barcelona, Gedisa editorial, 2010, pág. 93).

En la historia, las necesidades humanas, cuya satisfacción constituye la salud, han sido dinámicas, cambiantes, crecientes, desde las objetivas, las subjetivas culturales hasta las sociales con el rol del Estado. La fenomenología y el existencialismo (aunque cayeran en brazos del neoliberalismo) tuvieron el mérito, desde Husser, de plantear una mirada a lo subjetivo.   

La concepción integral de la salud como óptima calidad de vida se sustenta en la satisfacción de las necesidades humanas, como derechos. Esta concepción sistematiza la definición de la OMS, que además del ‘bienestar físico’ agrega lo subjetivo del ‘bienestar mental’ y el ‘bienestar social’. La salud no es solamente la ausencia de enfermedad. Esta definición se juzgó poco operativa y de visión y aplicación individualista (como los derechos humanos), pero constituyó una ruptura del paradigma de la salud como ausencia de enfermedad, que la biomedicina, sin embargo, aún lo mantiene.

Otra ruptura se produciría con los aportes de la filosofía andina y con los principios del Sumak Kawsay, es decir, con un enfoque intercultural de la salud, en donde lo ancestral andino enriquezca los progresos de la biomedicina de la ciencia occidental, y abra una nueva perspectiva científica de concepción propia, cuyos detalles serán materia de otras reflexiones en esta columna. (O)

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