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El Telégrafo
Lucrecia Maldonado

En nuestra propia casa

10 de febrero de 2016

Sorprendida, dolida, un poco asustada, miro los videos de la reacción de la guardia de seguridad del Presidente turco ante la protesta de algunas mujeres ecuatorianas (en Ecuador, por si acaso). No se andan con medias tintas, los guardias. Se nota que saben lo que hacen, y cómo hacerlo. Ni siquiera se les mueve un músculo del rostro y no les importa nada: ni estar en un país extranjero, ni que se trate de mujeres, ni la integridad física de quien las va a defender. Tal cual máquinas de matar, robocops de tres al cuarto, expertos en reducir personas que lo peor que hacían era gritar consignas y tal vez alguna palabra fuerte que de seguro ellos no comprendieron.

Alguien se pregunta: si eso hacen en un país extranjero… ¿qué harán en Turquía? Surgen otras preguntas: ¿este tipo de delito –porque para mí es un delito– de agresión física es algo que se tiene que, se puede ignorar ante un pasaporte diplomático? Ante la brutal represión física, ¿qué son unos cuantos gritos? ¿Acaso estaban en real peligro la vida, la integridad física, la propiedad privada del presidente Erdogan? Puede hablarse, cuando mucho, de una falta de tino, de una imprudencia, quizá, si nos vamos por el tema de la urbanidad, de una grosería. Pero regresa la pregunta: ¿justifica tal reacción? ¿Y en casa ajena?

Como siempre en este incidente, hay varios aspectos para tratar. Y voy a comenzar quizá por algo a lo que deberíamos estar acostumbrados, pero igual no es precisamente bueno: la cobertura mediática de este hecho. Quien lee los posts de las redes sociales, los tuits (fuentes confiabilísimas, por otro lado, a las que hay que hacerles todo el caso del mundo) podría deducir, si no sabe de qué va el hecho, que fueron Rafael Correa y Ricardo Patiño quienes agredieron a las mujeres. Pues para variar, sobre todo los articulistas aficionados a recibir dinero de pastelerías (por eso de las mil hojas) reprochan durísimamente al Mandatario y al funcionario por el incidente. Como si ellos hubieran sido los causantes. Sin embargo, era de esperarse…

Lo segundo, y tal vez sí reprochable es la reacción del canciller Patiño: lamenta, a partes iguales, los reclamos de las mujeres agredidas y las agresiones de la guardia de seguridad de Erdogan. Y, desde mi perspectiva, no es lo mismo. Es cierto que una protesta, incluso si es grosera o procaz, puede ser una imprudencia, un acto inoportuno en un determinado momento, o también una acción justa debido a no encontrar un momento más adecuado para hacerlo. Pero no es lo mismo que agredir con brutalidad a quien protesta, inerme además, por el motivo que sea. No es igual gritar consignas de reclamo que agredir físicamente, y de la manera como sucedió esta agresión.

Se sabe, sin embargo, aunque no precisamente por la prensa comercial, que el Gobierno ya está tomando medidas, sobre todo pidiendo explicaciones y reclamando por la desproporcionada y brutal agresión a las personas que protestaron. Es un suceso delicado, y después de mucho tiempo se recordará que esto sucedió en este gobierno porque quienes están interesados en desprestigiar no nos permitirán olvidarlo. Ya veo, por ejemplo, compartiendo en redes sociales un artículo de Chomsky contra el presidente Erdogan… por gente que jamás comparte a Chomsky… solo para perjudicar al régimen.

Sin embargo, y más allá de todas estas consideraciones, conservo un mal sabor de boca, el sabor de alguien a quien han agredido en su propia casa, a su propia familia… y poco ha podido hacer. (O)

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