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Mientras el paramilitarismo y el narcotráfico prosigan con su violencia y destrucción, y no se llegue al acuerdo final entre el gobierno y las FARC, además de un acuerdo con el ELN, es ilusorio pensar que el posconflicto prácticamente ya empezó en Colombia, o que con una eventual firma del acuerdo de paz en La Habana, culminará todo felizmente.
La realidad es que sigue la confrontación entre quienes, muy numerosos, unidos y aferrados al neoliberalismo, pretenden “construir la paz” sobre los cimientos del capitalismo salvaje y destructor, guiados por el imperialismo explotador, bajo consignas egoístas.
Y los pocos, muy divididos, que proponen un modo alterno de producción y de distribución de las riquezas, cimentado en la solidaridad, bajo la consigna de compartir.
De ahí la responsabilidad que tiene el pueblo ante la historia, de unirse en un Frente Unido Amplio Popular, valorando sus potencialidades para asegurar una verdadera paz con justicia y equidad. Y llegar al verdadero posconflicto, que no es como pasar por la meta en una carrera ciclística.
Al posconflicto se llega después de muchos actos creativos, dolorosos unos, todos conflictivos, y que requieren compromisos de cada parte.
Es sin embargo esperanzador que la meta esté más cerca, después de que los colombianos estuvimos al nivel más bajo del escepticismo, cuando Humberto de la Calle llegó a pensar que el proceso estaba llegando a su fin, por bien o por mal. “Sea porque logremos un acuerdo, ya que estamos trabajando en la recta final de los temas de fondo. O por mal, si, como está ocurriendo, la paciencia de los colombianos se agota”, como llegó a decir hace unos meses cuando vio el riesgo tomar realidad y añadió “Yo sí quiero decirles a las FARC con toda seriedad: esto se puede acabar. Algún día es probable que no nos encuentren en la mesa de La Habana”.
Ha llegado la hora de recuperar el pensamiento humanista coincidente de Jorge Eliécer Gaitán y de Camilo Torres Restrepo, poniéndolo en práctica, en preparación para un verdadero posconflicto, obviamente en el contexto contemporáneo. Admitimos que no será fácil, pues se trata de un nacer de nuevo, que tendrá la oposición del imperialismo y de las oligarquías nacionales, su quinta columna más visible. De hecho se trata de erradicar la violencia institucional, emprendiendo transformaciones de fondo del modo de producción y distribución de la riqueza.
Para Gaitán, “la columna vertebral de su lucha fue despertar el amor propio y la seguridad en sí mismo del pueblo colombiano, al que le hizo sentir que era capaz de ser el conductor de los destinos del país”, como lo recuerda su hija Gloria. En las elecciones de 1947 estuvo a punto de llevar al pueblo al poder, pero la oligarquía no lo permitió y le decretó sentencia de muerte.
Camilo, a su vez, con su plataforma revolucionaria, aglutinó en un Frente Unido a la clase popular y a todos los que aceptaran luchar con el pueblo, dejando a un lado lo que los desuniera.
No podemos seguir fallando al pueblo colombiano. (O)