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El Telégrafo
Alfredo Vera

El último chubasco del año

29 de diciembre de 2015 - 00:00

Supongo para bien que los lectores conocen que he definido a estas notas con el nombre de ‘chubascos’ porque pretendo que sean como esos imprevistos golpes de agua de corta duración y que pueden mojar o no a los transeúntes por la vida, de una localidad.

Y hoy corresponde ponernos al frente del último de esos impactos de la naturaleza política con los que aspiramos merezcan su atención, para bien o para mal, si no coincidimos en parte o en todo con los análisis que nos permitimos transferir con la mejor de las intenciones ciudadanas.

2015 ha sido un año complejo porque ha debido definirse, en gran medida, vinculado al tema de la facultad constitucional de repetir o no la posibilidad universal y sin limitaciones de inscribir candidaturas de quienes ya han sido elegidos para una determinada dignidad ya ejercida.

Cuando se habló de esta alternativa, los contumaces adversarios del presidente Correa tergiversaron el concepto y hablaron de la reelección indefinida sin dejar en claro que ese derecho no era decisión de un grupo político, sino que requería la aprobación de una mayoría del pueblo elector que era el único que podía decidir sobre esa enmienda: el pueblo soberano debía ser el que decidía sobre esa propuesta y no grupo político alguno, menos aún  el presunto candidato.

La reelección quedaba en manos exclusivas de los votos del pueblo elector.

Si se estudia la historia, no solo del país, sino la del mundo entero, se va a encontrar que la prohibición de la reelección fue siempre una mañosa argucia de los adversarios de determinados personajes o grupos políticos y no de la mayoría poblacional.

En Ecuador se llegó por parte de esos políticos a  la conclusión de que la única forma de impedir de que Eloy Alfaro o Velasco Ibarra no pudieran acceder a un nuevo mandato presidencial y sin consulta a la voluntad popular, introdujeron la prohibición a la reelección cambiando la posibilidad de que sea inmediata o no.

Igual sucedió en el paraíso norteamericano cuando gobernó Franklin Delano Roosevelt, que ya había sido reelecto dos veces más a su primera nominación. Los argumentos fueron determinados con diferentes sustentos, pero ninguno fue el de consultar al soberano pueblo, porque -además- bastaba con que el elector le negara el respaldo de su voto para que se acabara la intención de continuar.

Ah, dicen los sapos, es que el pueblo se confunde, no razona, es ignorante y nosotros tenemos que ‘darle pensando’.

Qué más valor para respetar la voluntad popular que permitiéndole al soberano que decida por sí mismo si reelige o no a un presunto candidato, al que no se le puede arrebatar el derecho a postularse, que no es lo mismo que el derecho a ser reelecto por una decisión de un grupo de ciudadanos.

Antiguamente se usaba el argumento del aprovechamiento del alto nivel de analfabetismo, de la pobreza en la ruralidad, del exceso de publicidad, etc., pero ya esos tiempos han cambiado, pero la astucia y la mañosería de las castas dominantes, no.

Seguiremos con estos chubascos mientras la vida lo permita y que el año 2016 sea de progreso para la patria, por encima de los agoreros del desastre. (O)

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