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El Telégrafo
Jorge Núñez Sánchez - Historiador y Escritor

El terrible Hermógenes Maza

31 de julio de 2014

En toda guerra hay héroes y malvados. Los unos personifican el bien, el sacrificio liberador, las virtudes del pueblo combatiente. Los otros son el símbolo del mal, del odio, de la crueldad indiscriminada, del irrespeto a las leyes de la humanidad. Pero unos y otros redondean la imagen completa de la guerra y su huracán de violencia.

Nuestra guerra de Independencia tuvo notables luchadores, que hoy figuran en el panteón de los héroes nacionales, pero tuvo también personajes oscuros, a los que les correspondió la tarea de ser los heraldos negros de la libertad.

Uno de ellos fue el coronel Hermógenes Maza, que ha pasado a la historia como un personaje sombrío, al que se le atribuyen multitud de crímenes y maldades. Pero una revisión de la historia nos muestra que Maza no fue estrictamente el malvado que nos pinta la leyenda, sino una herramienta cruel de la historia, a quien le correspondió vengar, odio por odio y sangre por sangre, a las víctimas de los realistas.

Nacido en Bogotá en 1792, en una linajuda familia criolla, tuvo muy buena educación y llegó a general de la independencia, aunque quedó registrado en la historia con los títulos de ‘ángel exterminador de los españoles’, ‘león de las serranías’, ‘jaguar de los Andes’ y otros por el estilo. Tuvo fama de sanguinario e inhumano, pero también de guerrero formidable y héroe de la Campaña Admirable en Venezuela.

Su mala fama venía de los tiempos de la ‘Guerra a Muerte’ decretada por Bolívar en 1814, para enfrentar el huracán de violencia y muerte desatado por las fuerzas realistas de Boves, que mataban sin piedad a los criollos.

Apresado por los españoles en 1815, tuvo larga prisión, sufrió terribles torturas y al fin logró huir y volver a Bogotá, donde halló que su familia había sido perseguida, su hermano muerto, sus compañeros de colegio fusilados y sus bienes confiscados. Ahí empezó su sed de venganza, que lo llevó a ejecutar fusilamientos masivos y a arrojar a ríos torrentosos a los prisioneros enemigos.

Después se convirtió en el arma terrible de las fuerzas libertadoras. Cada vez que las gentes de una región se mostraban fieles al rey y emboscaban a los republicanos, Maza era llamado para que ‘pacificara’ la zona y en breve tiempo exterminaba de raíz a las fuerzas enemigas, mediante fusilamientos, decapitaciones, confiscaciones y destierros.

Bolívar lo envió con Sucre para la campaña de independencia del actual Ecuador y aquí Maza hizo sentir su puño de hierro. Mientras Sucre salía de Guayaquil a combatir en la Sierra y era derrotado en el segundo Huachi, los realistas de Guaranda, dirigidos por el cura Benavides, trataron de acabar con las fuerzas patriotas que se replegaban hacia el puerto. Sucre los esquivó y dejó a Maza en la región para que la tuviera bajo control, mientras él volvía a Guayaquil y rehacía su ejército.

Maza aplicó entonces sus métodos de ‘pacificación’: persiguió y fusiló a los realistas, confiscó sus bienes y desterró a sus familias. Así impidió que ellos volvieran a alzar cabeza y trabaran el avance de Sucre hacia Pichincha, donde Maza peleó bravíamente. Más tarde fue denunciado ante el Libertador por sus abusos y violencias en Guaranda y este lo retiró del mando de la provincia y lo sometió a juicio militar, pero Maza fue finalmente absuelto.

El general Maza murió el 14 de julio de 1847 en Mompox, alcoholizado pero amado por el pueblo. No quiso confesarse y antes de morir dijo a los presentes: “Ahí les dejo su mundo de m…”.

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