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El Telégrafo

El sortilegio neoliberal

04 de febrero de 2013

El análisis político neoliberal ha abandonado certeramente la búsqueda de objetividad para sus fines electorales. Y en ese circuito de ideas, discusiones, anhelos, deseos, etc., se han visto aupados por algunos opinadores que, más allá de su legítima posición política, usan los espacios de incidencia en la opinión pública para convertir sus intereses en intereses de las mayorías. La lucha política exige un sinfín de recursos provocadores para combatir en el campo de las ideas como de las acciones; pero cuando se recluyen solo en el aspecto ideológico se van construyendo discursos con escasos argumentos racionales o de sentido común y se llenan de narrativas centradas en el moralismo que puede justificar cualquier cosa.

Así es posible hablar de Dios y del mercado libre casi como sinónimos de bienestar y futuro. Una mezcla extraña y perfumada de buenas intenciones donde el beneficiario sería el “pueblo” ecuatoriano. Para este juego de bondades se sobreponen imágenes de paternidad y caridad, dádivas y heroísmo.

El neoliberalismo puede combinar perfectamente los principios nacionales con la apertura total a la inversión extranjera, la soberanía con tratados de libre comercio… El pasado viernes se escuchaba en una cadena de radios privadas que sus representante

s invocaban  la necesidad de que el candidato “ganador” de oposición tenga como prioridad desarmar la institucionalidad alcanzada; se invocaba al invitado a que declare esas intenciones; y el invitado lo hizo: prometió hacerlo. Y se escuchaba de parte de los locutores su conformidad de que en el corto plazo el proceso de fortalecimiento del Estado se termine.

Además, se habló de socialismo, comunismo, fascismo y otros ismos, con la típica ligereza del ensimismamiento ideológico que poco contribuye a fortalecer esas mismas candidaturas.

Ya el neoliberalismo invoca a los juegos y ritualidades mágicos, a sus “mancias” a una locu-mancia privada que le da soporte y expone que son actores políticos definidos, pero que aún pretenden ocultarse bajo el ropaje de la objetividad e imparcialidad.

Pasan los días y la adivinación se toma a algunas candidaturas como reacción a no entender por qué muchos prefieren otra candidatura. Algunos hablan de que el pueblo está cegado o arreado o que el diablo anda suelto.

Por el otro lado, tampoco beneficia al candidato con más opción, el que algunos de sus partidarios en un intento de análisis político sustituyan la racionalidad por un folclore poético.

No hay que olvidar que el neoliberalismo tiene una gran experiencia en mutarse y asimilar discursos para ganar posiciones en las coyunturas electorales. En cualquier caso es notorio que el país aún vive un lento proceso de politización masiva.

Aún cuesta alcanzar una movilización activa y expresiva. Aún la vergüenza política emerge extrañamente frente al descaro que pretende hacer de este país un gran centro comercial, una zona franca, una bolsa de valores o un tríptico turístico.

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