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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El reconocimiento político

29 de diciembre de 2014

Hay quienes andan buscando respuestas públicas a preguntas inexistentes. En este país no hay receta ni recetario definido a la felicidad. Si cada uno de sus habitantes no lucha por la permanencia política, bien fácil será que lo que hemos logrado en justicia y equidad se pierda en medio de un desenfreno de consumo suntuario.

Si se espera que el mercado esté al servicio de los ciudadanos esto conlleva la urgencia de pensar la economía popular y solidaria en una dimensión distinta a la de creer que es aquello que se hace de manera simple y con poco valor agregado; casi de manera artesanal. Esa visión de la minorización es fatal; y con ella se acarrea el pensar a los actores políticos, a los sujetos políticos como estáticos a los cuales hay que darles algunas dádivas de moral; pensar por ellos y así, aunque no se lo quiera, quitarles el carácter histórico de sus luchas. Cualquier tipo de sujeto político por definición no tiene su reconocimiento político por el mero hecho de enunciarse como tal; tampoco está en su naturaleza asociativa; por el contrario, su definición ideológica y política es producto de sus luchas, logros y derrotas.

De esta manera se construye, precisamente, como sujeto político porque está sujetado a las condiciones históricas que lo oprimen -o lo hacen opresor- y busca su opuesto para consolidarse en su actoría social. En consecuencia, eso de pensar o creer que hay izquierdas o derechas por naturaleza es una aberración epistemológica o más simple, un absurdo. El estar en las derechas o las izquierdas es una disputa de transitar permanentemente un lugar en la historia. De ahí que creer que ser pobre o empobrecido, pertenecer a un grupo étnico excluido históricamente, etc., lleva a la ingenua idea de considerar-se que se es de izquierda.

Tremendo error hace que se crea en opuestos-opositores puros donde el mundo queda partido en una dicotomía que nunca se resuelve. Las condiciones materiales de existencia definen relativamente las condiciones del pensamiento, los ideales, las creencias, pero siempre queda la posibilidad de que esas ideas no se correspondan con las condiciones materiales; incluso pueden quedar invertidas. Este entramado de las representaciones y las condiciones del mundo de la vida son de tal complejidad que el consumo suntuario no es cosa de simples banalidades o de gente tonta que no piensa. En esta lucha nada es mecánico; hay una lucha de multiplicidades, de heterogeneidades culturales, de comportamientos y conductas contradictorias.

Los proyectos políticos son eso: proyectos para construirlos en la realidad; y los actores que buscan la transformación deben ponerse a tono con la historia social. No existe eso de las primicias u originalidades; eso de las génesis de originalidad política. Ya no son los tiempos de los ventrílocuos de hacienda. Solo es posible el examen científico de la historia y sus procesos para apropiarse de la misma e insistir en una sociedad de equidad y justicia para el Buen Vivir.

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