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El Telégrafo
Oswaldo Ávila Figueroa, ex docente universitario

El pueblo organizado frena a los golpistas

04 de julio de 2015

La prensa comercial, convertida en central de la oposición política, sin disimulo, abiertamente, se anticipó a calificar de victoriosa la marcha convocada por el alcalde de Guayaquil, y hoy por turno sus columnistas no se cansan de elogiar el mensaje con dosis de odio y amenazas como si se tratara de un discurso patriótico y académico. A sus históricas expresiones “El pueblo dejó de ser cojudo”, “Ven para mearte”, agregadas otras “Váyase al carajo”, “Farsante y mentiroso, el gobierno de Correa ha terminado”, el líder de la Revolución Ciudadana le responde al que sabemos y a otros que le imitan sus gritos y ademanes, con obras, más obras, la promesa de seguir sin tregua en la construcción del nuevo País y su firme decisión de no permitir y jamás, con el apoyo de la mayoría de los ecuatorianos, el retorno del tenebroso pasado neoliberal.

Destacados lingüistas aconsejan a los funcionarios públicos y dirigentes políticos, principalmente, no descender en la vulgaridad. El uso de vocablos inapropiados esconde perversidad y altera la realidad. Recuerdan con énfasis que al hombre malévolo no le importa la dignidad de otros y suele agredir al prójimo con frases rebuscadas o vulgares, a diferencia del altivo, que expone la verdad y practica el respeto en sus mensajes y polémicas políticas con el beneplácito de la ciudadanía.

Todos tienen derecho al reclamo público, a marchar, gritar y a pronunciar discursos, pero no para insultar y fomentar el divisionismo regional. Por ventura, ahora ya, se reconoce el desvío y con astucia se agrega al “guayaquileñismo”, el “somos ecuatorianos”, al referirse a los convocados a una marcha de protesta contra el régimen del Buen Vivir, cuando en el fondo es para defender los intereses de los financistas de la demostración callejera, que se sienten afectados por la aún no vigente Ley de la herencia y plusvalía.

Guayaquil con excepcional ubicación geográfica, el aporte de sus hijos y oriundos de otros lares, y el apoyo de los regímenes con sentido de patria ha logrado su progreso físico, pero aún falta atender a los sectores marginados de la urbe. Amar a Guayaquil no es solo marchar, exhibir una bandera o gritar “La ciudad protesta”, sino pagar los impuestos, no robar, no atacar la propiedad ajena, acatar las leyes, practicar la solidaridad y fomentar la unidad nacional.

Como la derecha política se siente derrotada y la partidocracia yace casi extinguida, por la carencia de líderes de cobertura nacional insisten en el golpismo, y para ello decretan movilizaciones, arengas sediciosas y otras estrategias solapadas para atraer seguidores con ofertas demagógicas y promesas inalcanzables.

La prensa “independiente” inclinada por la restauración conservadora, sin ocultar, alienta las marchas de la oposición y llama a sus líderes, los mismos de siempre, a salir de sus madrigueras para incorporarse a librar su última y desesperada batalla, esta vez orientada a derrocar al gobierno del Buen Vivir y a su gran líder, Rafael Correa.

Frente a la encendida conspiración, es urgentísimo, y así lo considera Alianza País, emprender el fortalecimiento de su estructura orgánica, la movilización de sus cuadros y afiliados en defensa de las conquistas logradas a favor del pueblo y asegurar la construcción de otros tramos de la nueva patria, justa y libre de los asaltantes de la era neoliberal. Solo el pueblo decidido frenará a los golpistas y garantiza la vigencia de la paz, la democracia y la equidad. (O)

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