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El Telégrafo
Alfredo Vera

El poder del diálogo

15 de septiembre de 2015

La mayoría de los sucesos trascendentes de la historia ha estado vinculada a los mecanismos del diálogo: hoy mismo la humanidad se complace espectando la utilización de esa herramienta cívica para subsanar momentos críticos que han venido provocando malestar a propios y ajenos, sin que interfieran en la decisión de llegar a soluciones consensuadas entre los dialogantes y los que observan a la espera de los resultados a que lleguen los interlocutores.

Generalmente, la meta del diálogo es la paz y no la violenta batalla guerrera que genera destrucción e inmoviliza los recursos potenciales de los dialogantes que se debilitan cuando no aprenden a utilizar las herramientas civilizadas del diálogo que genera la equidad de derechos y la igualdad de los intervinientes por grandes o chicos, fuertes o débiles que sean aquellos que se sientan frente a frente en una mesa a dialogar y vencer las dificultades que impidieron antes una relación superior.

Ejemplos contemporáneos del beneficio del diálogo son, entre otros, la restitución de las relaciones diplomáticas entre Cuba (12 millones de habitantes) y Estados Unidos (320 millones de hab.); la terminación del  conflicto bélico entre las FARC-ELN y el Estado de Colombia; la terminación del conflicto entre EE.UU. y Europa contra Irán por el tema atómico; el conflicto fronterizo entre Colombia y Venezuela; hasta la fijación del límite provincial del recinto de La Manga del Cura.

Cualquiera sea la intensidad y magnitud de un conflicto, cuando se llega por conducto del diálogo a encontrar una mediación sin imposiciones, por difícil que parezca la naturaleza o la confrontación que engendraron las dificultades en una determinada  circunstancia, es el diálogo conciliador y  civilizado el que conduce a la armonía bilateral.

Antes fue el diálogo el que condujo a Roosevelt, Stalin, Churchill y De Gaulle a poner fin a la II Guerra Mundial y a la creación de la Organización de las Naciones Unidas, que poco a poco, con lentitud desesperante, va madurando su accionar para instaurar, a través del diálogo, la paz y la justicia en todos los continentes.

Quien analice racionalmente lo que está sucediendo en la mayor parte de los países del mundo, a partir de la manipulación del precio del petróleo, se dará cuenta de que no es factible asumir aisladamente los mecanismos socioeconómicos que permitan superar la crisis solo en un país como el nuestro. Esto permite, como se ha propuesto, que los vendedores y compradores de petróleo se sienten a dialogar acerca de las acciones colectivas para superar una crisis que ya se está sintiendo en todo el mundo, sin que ninguno de ellos pretenda imponer sus criterios a los demás.

Por encima de los caprichos, es necesario proponer soluciones para que el diálogo se convierta en algo útil para todos: en el país debería institucionalizarse, para que tenga vigencia la democracia, que el diálogo sea el mejor camino para superar cualquier momento crítico. La violencia, el garrotazo, el piedrazo, el insulto o la ofensa no pueden sustituir al diálogo, si se quiere avanzar hacia la verdadera democracia. (O)

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