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El Telégrafo
Orlando Pérez, Director de El Telégrafo

El ‘Periodismo Interno Bruto’ y su inválido aporte al bien común

05 de octubre de 2014

El ego de ciertos periodistas está afectado. O por lo menos, en crisis. Y no por causa de sus propios errores (lo que siempre puede ser más provechoso para entender el ego desde uno mismo, aunque suene extraño) sino porque ya no se puede hacer el periodismo de antes, según dicen. ¿Cuál era ese periodismo? Pero más afectado está el oficio mismo. Al menos hay algo que impide entender el periodismo desde sus más básicas razones hasta las nuevas exigencias del momento más interconectado y sobreinformado en el que vivimos. 

Esos periodistas que ahora insultan, injurian y hasta mienten en las redes sociales, pero en sus medios, páginas, columnas y hasta blogs son tan ‘descafeínados y descremados’, como dice una colega, ¿perdieron su razón más íntima de ser porque tienen que confirmar sus datos y hacer un oficio más responsable y menos volcado a sus pulsiones políticas? ¿Qué noción de periodismo construimos que suena extraño y hasta nostálgico no poder titular desde las ‘pasiones’ políticas con el único propósito de desacreditar a alguien y no reflejar la realidad? ¿No son los mismos que denostaban del periodismo militante y abogaban por uno neutro, objetivo, ajeno a cualquier poder y ahora hacen loas a dos alcaldes?

Al perder cierto protagonismo y exhibicionismo personal, ese periodismo ha vuelto a fijarse en sus notas para confirmar los datos, revisar las cifras y evitar un ‘mal entendido’. ¿Eso es malo? No, lo malo está en no construir los argumentos y los conceptos para la discusión y la conversación pública.

Aunque suene jocoso y hasta irónico, el ‘Periodismo Interno Bruto’ entró en crisis por su poco aporte al desarrollo cognitivo y escasa contribución a la construcción de ciudadanía, democratización y hasta institucionalización de una sociedad diversa, plural y hasta compleja que requiere esta época de cambios y demandas de todo tipo.

Así como en su momento César Montúfar habló de ‘descorreizar’ a la oposición, a la prensa comercial y algunos de sus experiodistas estrellas les hace falta ese proceso. No por personalizar la bronca que tienen contra el Primer Mandatario, sino porque les impide ver la realidad. Pero sobre todo porque las sociedades y sus nuevas formas de expresarse no están siendo reflejadas en sus páginas. Si viene un líder político extranjero esperan que sea él quien diga lo que ellos no pueden decir en sus editoriales; si hay un candidato a la presidencia de otro país (como pasará hoy en Brasil) que tiene afinidad con el de Ecuador y baja en las encuestas es noticia relevante, pero si gana pasa a un segundo plano. ¿Quién pierde? Los lectores, las audiencias, la ciudadanía.

Cuánto bien le hubiese hecho a ese periodismo y a esos medios reflejar las manifestaciones, detenciones, torturas y hasta violación a los derechos humanos que cometieron gobiernos oprobiosos. Ahora las manifestaciones estudiantiles por fin tienen acogida en esos diarios y son el centro de su atención y hasta dramatización in extremis. Las portadas de los diarios en las llamadas Jornadas de Abril de 1978 (donde los estudiantes del Mejía paralizamos la capital por el incremento del pasaje en 0,40 sucres) nunca las destacaron por la lucha contra una dictadura y contra unas corporaciones corruptas y violentas. ¿La diferencia? En esa época el alza de los pasajes fue decretada, no era un debate ni una propuesta.

El mejor aporte que puede hacer el ‘Periodismo Interno Bruto’ del Ecuador debería estar en su capacidad de sintonizarse con las lógicas y hasta verdaderas demandas de los ciudadanos y no solo estar al servicio del aparato político mediático de la derecha. Pero sobre todo para generar conversación, no desde el ego superdotado de pocos, sino con todos los géneros del oficio más noble y comprometido del mundo.

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