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El Telégrafo
Alfredo Vera

El pensamiento y el corazón del Papa

14 de julio de 2015

La visita del papa Francisco al Ecuador, Bolivia y Paraguay constituye un éxito sin precedentes en décadas, por la magnitud de la presencia de millones de habitantes en las convocatorias a los oficios religiosos masivos, así como a aplaudirlo en su raudo paso por las calles de las ciudades que fueron visitadas por el ilustre prelado, que fue pródigo en sus intervenciones oratorias y en bendecir a los asistentes, a los que complacía con su trato afectuoso y colmado de sencillez.

Ahora queda y se recoge en los medios de comunicación la ingrata e irrespetuosa tarea, a la que ya se dedican muchos de todos los lados concebibles, de querer interpretar a su antojo, no solo el pensamiento, sino también el corazón del papa Francisco, que en pasajes de sus homilías religiosas y de sus discursos sociales, manifiesta con absoluta claridad cuando habla del amor y solidaridad a los pobres; cuando reclama contra la ambición desmedida por el dinero por encima de los seres humanos; al rememorar al sacerdote que dijo que el dinero es “el estiércol de satanás”; cuando habla de “la Patria Grande” soñada por nuestros antepasados; o al felicitar a los países que están esforzándose por la redistribución de la riqueza para socorrer a los excluidos a quienes se quiere garantizar las ‘tres tés’ (Tierra, Techo, Trabajo) como acceso universal, sin egoísmos o condiciones que lesionen su dignidad.

Fue también claro en condenar el neocolonialismo que pretende, según sus propias palabras, lesionar la soberanía de los países pequeños, intentando negarles sus derechos a determinar sus destinos.

Son muchas y muy variadas las aseveraciones del papa Francisco en Ecuador, Bolivia y Paraguay que se deben analizar en su conjunto y bien correspondería al propio Vaticano recoger y compilar en un texto oficial sus aseveraciones, para evitar interpretaciones antojadizas de los que pretenden utilizar con perversas intenciones lo dicho por quien ha puesto su pensamiento y su corazón para dar la buena esperanza a los que concentran su preocupación y atención: los pobres sobre la faz de la Tierra, para los que pide y clama solución a sus necesidades para ahora, de urgencia y no como una promisión inalcanzable, Tierra para producir; Techo para su núcleo familiar y Trabajo para garantizar el sustento, educación y salud de los suyos.

Hay muchas aseveraciones adicionales que pueden y deben ayudar a gobernantes y gobernados a superar anacronismos que atrofian las relaciones humanas por esas desigualdades, pero hay que analizarlas con veracidad y no con antojadizas y perversas malas intenciones.

Empecemos todos por honrar esas verdades para que las palabras del Sumo Pontífice no se conviertan en letra muerta, atentando contra su derecho a que se lo respete, a él y a sus millones de seguidores.

Si queremos que la humanidad se beneficie de los mensajes del Papa, empecemos por respetar, sin interpretaciones amañadas, lo que él ha dicho desde su claro pensamiento y su noble corazón. (O)

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