Óscar Wilde dijo que "el patriotismo es la virtud de los viciosos". No concuerdo literalmente, porque hay un patriotismo genuino y sano, aquel que reivindica y luce las virtudes del suelo natal. Pero ese patriotismo, como todos los más vibrantes sentimientos de la vida (el amor, la fraternidad, el respeto) se explica mejor con hechos que con discursos.
Es patriota de verdad el que paga impuestos, el que respeta las leyes, el que cumple con el orden republicano. No es patriota el que canta el Himno Nacional al filo de la histeria, tampoco el que proclama, con Do de pecho incluído, discursos inflamados de amor al Ecuador.
Traigo a colación esto del patriotismo porque es urgente separar el trigo de la paja. La oscura ciénega de las redes sociales, donde todo "debate" termina por convertir en "soldados" de bandos inexistentes a aquellos que toman posiciones ruidosas e inmaduras, busca hacer creer que hay un criterio de "patriotismo" en quienes no están de acuerdo con la convocatoria de determinados jugadores a la Selección.
El "debate" (o lo que pretende serlo) dice que quienes no consideran, por ejemplo, a Damián Díaz como un jugador apto para la Selección pecan de "patriotismo" extremo o, peor todavía, de su prima hermana: la "xenofobia". Sí, hay que usar impropiamente nombres sonoros para darle sentido a una causa. ¡Es que irse en contra del "xenófobo" es una obligación moral!
La única realidad es deportiva y competitiva. El concepto de Selección Nacional comprende el crecimiento y maduración de los mejores jugadores, desde las edades base. Se selecciona y obtienen espacio quienes superan etapas. Es es el funcionamiento adecuado del fútbol de selecciones en todo el planeta. ¿Tiene sentido que Ecuador, que cuenta con una Selección que hace dos años fue tercera en el Mundial Sub 20, recurra a jugadores cuya carrera está en declive? No.
En Ecuador se juega como se vive. El país que, a toda escala y en todo orden de la vida, cree que el fin justifica los medios, que para "ganar" hay que echar mano de todo recurso, se convenció que clasificar al Mundial es el único norte posible, una obsesión que merece pasar por encima de todo. Y como la Selección ganó 9 de los 12 primeros puntos en Eliminatorias, cundió la idea de la posible clasificación a Qatar 2022. Entonces, para clasificar, queda dicho, no importa lo que haya que hacer. Incluso si eso implica irse contra un proceso que, en apariencia, parecía encaminado a revalorizar el fútbol nacional.
El futuro, mientras tanto, puede esperar. El cortoplacismo mesiánico (tan dañino en la sociedad, tan dañino en el deporte) busca héroes y emblemas, no un orden o la consecución de metas reales. Los proyectos, se sabe, no tienen hinchas. Mientras tanto, que las etiquetas tan simples como la del "patriotismo" sirvan para distraer el debate genuino.
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