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El Telégrafo
Ketty RomoLeroux G.

El país que queremos

16 de julio de 2015

Es importante traer a la memoria colectiva los efectos negativos de la globalización neoliberal en nuestro país, a fin de crear conciencia sobre la necesidad de construir la nueva sociedad.

Históricamente puede decirse que nos llegó en el gobierno de Osvaldo Hurtado, con la denominada sucretización de la deuda externa privada, a través de la cual el Estado asumió en perjuicio suyo las deudas de los empresarios contraídas en el exterior por millones de sucres. En el siguiente gobierno, el de León Febres-Cordero, se perfiló el modelo con las medidas económicas que tomó. En el gobierno del expresidente Rodrigo Borja, el congreso nacional aprobó la Ley de Régimen de Maquila, la Ley Reformatoria al Código de Trabajo, entre otras. En el gobierno de Sixto Duran-Ballén se consolidó. Pero es en el de Jamil Mahuad en el que se manifestaron sus más terribles consecuencias.

Es importante relievar que mientras las ganancias de las empresas públicas van dirigidas a lograr el beneficio colectivo, la empresa privada persigue el máximo lucro, obtenido principalmente con la explotación de la fuerza de trabajo, sin importar los programas sociales.

El gobierno del presidente Mahuad se entregó al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, trayendo consigo mayor dependencia y dolorosos sacrificios. En marzo de 1999 se llevó a cabo el ilegal feriado bancario y el 12 de enero de 2000 se impuso la dolarización.

Después del golpe de Estado del 22 de enero de 2003, que destituyó a Mahuad, asumió la presidencia Gustavo Noboa Bejarano. Mediante contienda electoral, lo sustituyó el coronel Lucio Gutiérrez B., quien llegó al poder a través de una combativa unidad de la izquierda. Mas, una vez que lo asumió, se declaró el “mejor amigo de Bush”. El 20 de abril de 2005 fue destituido mediante una insurrección popular. Lo sustituyó su vicepresidente, Alfredo Palacio González, quien participó en la conspiración, aupada por el Partido Social Cristiano desde Guayaquil.

El 26 de noviembre de 2006 se produce el triunfo electoral de Rafael Correa Delgado para presidente de la República, dando inicio a una nueva etapa histórica, la del gobierno de la Revolución Ciudadana, que declara ser democrática, pacífica, liquidadora de la política neoliberal.

Si bien en ocho años se han alcanzado grandes logros materiales en el modo de vida, desgraciadamente se ha descuidado la formación política-ideológica de los trabajadores y sectores medios de la población, por lo que estos se dejan desorientar fácilmente por el enemigo, convirtiéndose en sus aliados, utilizados por la oligarquía en contra de sus propios intereses. Las marchas para oponerse a la aprobación de los proyectos de leyes de la herencia y de plusvalía son una demostración. Sin comprender que la redistribución de la riqueza es una necesidad en un país de tantas desigualdades como el nuestro. De ahí que la capacitación es fundamental.

Ahora más que nunca. El presidente Correa, en la sabatina pasada, denunció que aquellas son parte de un plan trazado por la CIA que ha vuelto a su accionar en los países progresistas de nuestra América.

El proceso social ecuatoriano necesita, pues, de cuadros capacitados para hacerlo avanzar en la construcción de un país más justo y menos desigual. (O)

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