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El Telégrafo
Werner Vásquez Von Schoettler

El pacto ético

06 de junio de 2016

Después de más de un año de disputas mediáticas frente a proyectos de ley de herencias y plusvalía o de la ley solidaria, entre otras, ha significado el destape moral, ético, de los sectores más retrasados en términos ideológicos, no solamente de las derechas, sino de cierta izquierda que no es más que su acompañante, dos pasos más atrás. La filtración de documentos a nivel internacional ha sido una posibilidad de tener evidencias de cómo actúan los servicios de inteligencia internacionales; los juegos de poder de los medios de comunicación a nivel global y cómo actúan sus representantes en cada país. En el caso de América Latina, lo que hace dos años sonaba como, casi, exageración sobre las acciones de la restauración conservadora, se ha hecho realidad. La derecha conservadora en la región ha logrado salir de su encierro político y ha logrado pactar entre sí para acordar una estrategia regional para superar sus acciones aisladas y actuar para derrocar a los gobiernos progresistas. Los casos de alcaldías ganadas por la oposición o de presidencias ganadas por estos, demuestran que la batalla recién empieza; mientras algunos asustadizos pueden o quieren hablar de fin de ciclo y anticiparse para cambiar de bando o desaparecer mediáticamente, lo que nos demuestran estos acontecimientos políticos, como en Brasil o Argentina, es que la batalla de las ideas se ha convertido en un eje fundamental del progresismo; que la obra pública, por excelente que sea, si no cala hondo en su significado de disputa cultural, ideológica, en los valores de una sociedad, simplemente constituye solo cosas materiales que no representan el acumulado histórico; un antes y un después y solamente lo que debería hacer un gobierno y punto, más allá de creencias ideológicas.

Ese es el sueño de ciertos expertos en marketing: vender buenos enlatados políticos, de bonita presentación y ligereza de palabras; una vez consumido el producto, atenerse a los peores malestares y dolencias sociales. Entonces, eso que parece desgracia para unos, debe ser la gran oportunidad para países como Ecuador de comprender el riesgo profundo que significa el retorno del neoliberalismo para cada ciudadano que ha mejorado en sus condiciones de vida. En medio de esos escándalos mediáticos, como el caso de los ‘Panama Papers’, estos nos demuestran que lo que se quiso hacer de ellos fue un mero show dirigido, pero que ha servido para descubrir el doble o triple discurso de una derecha que no ha madurado políticamente y que se comporta como en los peores tiempos de la ‘partidocracia’; que mientras habla de emprendimientos, de iniciativa privada y seguridad jurídica, bien ha sabido sacar sus ‘ahorritos’ a los paraísos fiscales, fideicomisos, ponerse un banquito; mientras alardeaba de que le apuesta al país. Así, más de 30 mil millones de dólares sacaron de su ‘querido’ Ecuador. Por eso un pacto ético entre las fuerzas políticas reales es un imperativo ético para que el país supere las taras del pasado. Para que supere a esa vieja derecha como a esa vieja izquierda que vivían y viven aún en el concubinato político; con sus sueños y aires de aristocracia local, hacendataria, con un discurso sindical muerto, con una versión de socialismo peor que el estalinista y con un profundo racismo que los ha hecho odiar a los ‘indios’, pero servirse de ellos. Un pacto ético es un compromiso con los cambios radicales que necesita el país y con una democracia radical, no de malos burócratas ni exfuncionarios que ahora exigen más participación social, sino la movilización ciudadana con profunda politización socialista para el bien del país. (O)

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