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El Telégrafo
Jaime Galarza Zavala

El otro Julio Cortázar

28 de agosto de 2014

Una copiosa lluvia de flores ha recibido Julio Cortázar con motivo del centenario de su nacimiento. Él, fallecido hace 30 años, habría sonreído amablemente ante este cúmulo de homenajes, seguro de que en vida muchos de sus panegiristas le viraron la espalda en su hora, acusándolo al menos de ser complaciente con la violación de derechos humanos por parte de la ‘dictadura castrista’.  

Y es que, en realidad, este genio argentino de la literatura universal fue un hombre que, sin militar en partido alguno, sintió en lo más hondo de su ser los latidos de la revolución y la insurgencia. Por eso, a su manera, recorrió países en son de protesta contra las dictaduras que asolaban nuestra América y expresando su solidaridad con toda clase de rebeldes y contestatarios perseguidos o encarcelados.

Así, en enero de 1973 estuvo en Quito para visitar en su inmunda celda del Penal García Moreno al escritor Jaime Galarza, cuya poesía y cuyos libros, especialmente El festín del petróleo, motivaron encendidos comentarios suyos en distintos momentos. De Quito viajó a Argentina para visitar en la prisión a su amigo querido y excelente poeta Francisco Urondo, y si no se lo permitieron, se vengó públicamente con una hermosa y altiva Carta muy abierta a Paco Urondo, en que no solamente hizo gala de espíritu solidario sino que, además, condenó de frente a la dictadura militar que desangraba a su país. Sin duda su poderosa palabra contribuyó para la excarcelación del poeta amigo y combatiente, aunque no pudo impedir que, liberado, cayera poco después en un tiroteo donde vendió cara y dignamente su vida.

Con posterioridad, en enero de 1976, Julio Cortázar habría de convertirse en uno de los principales promotores del Tribunal Rusell 2, reunido en Roma, el cual juzgó y condenó los crímenes de la dictadura del general Videla, hermano siamés del sátrapa chileno Augusto Pinochet. Una bella muestra de su espíritu insurgente la estampó Julio en un poema profundo dedicado al comandante Ernesto ‘Che’ Guevara:

Yo tuve un hermano.
No nos vimos nunca                    
pero no importaba.
Yo tuve un hermano
que iba por los montes
mientras yo dormía.

Le quise a mi modo,
Le tomé su voz
libre como el agua,
caminé de a ratos
cerca de su sombra.
Mi hermano mostrándome
detrás de la noche
su estrella elegida.

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