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María Paula Romo

El más desigual de los trabajos

08 de marzo de 2018

De eso se trata el 8 de marzo: la violencia contra un grupo de mujeres trabajadoras que se atrevieron a pedir igual salario, jornadas razonables, domingos de descanso. Se declararon en huelga y el dueño de una fábrica en NY prefirió prenderle fuego. Más de 120 mujeres murieron calcinadas.

La fábrica, las horas de trabajo, los domingos, se corresponden a la economía y la forma de producción de ese momento. ¿Por qué paramos las mujeres en el 2018? ¿A qué huelga convocamos / nos sumamos las ecuatorianas en un país en donde solo tres de cada diez mujeres tienen empleo adecuado y en donde la huelga y las reivindicaciones laborales se han reducido a temas de la historia del Derecho?

Para nuestra época: la de la competencia, el auto empleo y el emprendimiento, no existe trabajo más desigual que el del cuidado. En el Ecuador (INEC, 2007), sumando actividades productivas, trabajo de domésticas no remunerado y las tareas de cuidado, las mujeres trabajamos, en promedio, 18 horas más que los hombres cada semana. En la zona rural, 25 horas. Mientras más hijos, más horas. Mientras más pobres, más horas.

Esta desigual distribución deja a las mujeres mucho menos tiempo para el descanso o para actividades propias y lo más grave: no nos enteramos de que constituye una gran injusticia. Llegamos a la adolescencia y la vida adulta tan entrenadas a punta de muñecas, tacitas, ollitas y rondas sobre arroz con leche y matrimonio, que no solo nos cuesta notar el absurdo de que tanto trabajo recaiga sobre nosotras, sino que estamos convencidas de que nos corresponde, nos define, nos completa. Ahí está nuestra huelga más importante, la protesta que tenemos pendiente contra la culpa tan bien inculcada, contra la imposición social y familiar del modelo de buena esposa, buena madre, buena mujer, “bien warmi”.

Contra eso también paramos hoy, para sumarlo a la lista de pendientes. Por cierto, no lo hacemos como víctimas, sino como sujetos autónomos y conscientes. Reclamando el derecho a ser dueñas de nuestras vidas. (O)

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