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Ilitch Verduga Vélez

El manejo de los tiempos

06 de noviembre de 2015

El evento de comunicación social, realizado el 28 de octubre anterior, en referencia al encuentro del presidente Rafael Correa, sus ministros del área económica con dos exaltos mandos de regímenes, de la derecha política económica ecuatoriana, un tercero de la fenecida ID, se cumplió cubriendo las expectativas de información como revelación de la libertad de expresión en Ecuador. Los tres contertulios invitados a la plática, situados en las antípodas ideológicas del proceso del cambio de época en el país, nos trasladaron a los tiempos de la década perdida de América Latina. Con criterios económicos que reflejaban las posiciones ya definidas por el neoliberalismo, soporte doctrinal en los condicionantes de la globalización especulativa financiera, decididamente opuesta a la postura del régimen de la Revolución Ciudadana, preocupado por el bienestar de todos. Por ello debo mostrar mi modesta opinión respecto de las actuaciones de estos personajes en ese acto.

Como interviniente, el exministro de Economía del fallecido mandatario Febres-Cordero, también vicepresidente de la República, elegido con el presidente Durán-Ballén, responsable de las finanzas estatales en ambas administraciones, interrogó básicamente sobre la inversión pública, que para él eran imprudentes al no contar con un fondo de reserva frente a posibles crisis-recesión que, según su saber, se cierne sobre Ecuador. Sus profecías fueron replicadas y aclaradas por Rafael Correa. En ese instante del diálogo, evoqué otros tiempos cuando el interpelante generó su gestión para hacer funcionar la economía nacional subordinándola a las urgencias del capitalismo especulativo financiero. En forma planificada inquirió sobre la inversión social. La pregunta tenía olor a consenso de Washington; el del ajuste estructural que implicó que, con el disfraz de la modernización del Estado, se privatizaran las empresas fiscales, incluyendo el IESS que es autónomo; la liberalización del comercio exterior; las excesivas garantías para inversión extranjera; y lo peor, la flexibilización laboral, madre sacrílega de la tercerización. Su intervención fue un retorno rabioso a años oscuros. El turno del exministro del coronel Gutiérrez y de su partido militar llegó, intentó entregar datos para lo que considera una ‘economía sustentable’, distinta del modelo económico que genera el régimen revolucionario, coincidiendo con el exvicepresidente de que la problemática del sector externo no incumbe a la crisis mundial, sino al modelo implementado. Luego recordó deudas por pagar a las petroleras, incluyendo a la Oxy, que en juicio espurio se burla de la patria al amparo de los tratados de protección recíproca firmados en la regencia de la partidocracia. Invocó el ensayo chileno, como vía a seguir. En aquel lapso percibí la traza invisible de cobradores de trasnacionales en busca de respuestas para sus jefes. Las tuvieron de la voz autorizada del presidente Correa: se pagará. Ecuador no está en default. Su gobierno no es el que negoció deuda al calor del plan Brady.

Finalmente, mencionaremos el examen del dirigente de un grupo político, que sin reflexión previa, enfrentó el reto evidente de sus afirmaciones antes que interrogantes, que se perdieron, en aviesa intención electoral; los álgidos minutos de disensos tuvieron sabor de emoción de tarima y la inquina le quitó autenticidad, pues lamentablemente se deslizó en terrenos vedados, aun en la política. Los presagios catastrofistas de la economía se disiparon por la explicación gubernativa, pues ante nocivas realidades ni remotamente parecidas a la actual, en el pasado, el ‘paquetazo’ era inevitable. El pronunciamiento popular fue claro y en voz alta: enterrar, y para siempre, el tiempo desgastado. (O)

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