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En el siglo XIX se completa la síntesis del pensamiento social, que había comenzado en el renacimiento con Maquiavelo, y su máximo desarrollo lo alcanza en el marxismo, lo que culminará tiempo después en la disolución de una serie de instituciones sociales, con el fortalecimiento del papel del Estado y con nuevos criterios sobre la organización del trabajo, lo que da comienzo a la época moderna.
Los grandes hombres de entonces son más numerosos que nunca: Goethe, Schiller, Heine, Dickens, Byron, Wilde, Pushkin, Dostoievski, Tolstoi, Chéjov, Balzac, Flaubert, De Musset, Mill, Hegel, Marx, Engels, Nietzsche, Bergson, Pavlov, Pasteur, Mendeleiev, Darwin, Mendel, Gauss, Laplace, Lagrange, Galois, Cantor, Lobachevski, Beethoven, Wagner, Verdi, Chopin, Liszt, Schubert, Schuman, Bonaparte, Bismarck, Garibaldi, Cabur, Clausewitz, Lincoln, San Martín, Bolívar, Martí, Olmedo, Freud, Eisntein, Tesla, por mencionar a algunos.
Héroe por antonomasia es Napoleón, junto a cuya cabalgadura emigran por toda Europa las leyes de la Revolución Francesa. Él deshace y crea nobleza a su antojo y encarna a un gigante que derrumba imperios en favor de los plebeyos; humilla al papa al coronarse a sí mismo y no practica piadosamente ninguna fe tal vez por suponer que la fe es solo para tartufos. Su personalidad electriza desde entonces a moros y cristianos y solo Tolstoi, en Guerra y Paz, pretende humanizarlo y transformarlo en un hombre común y corriente, sin lograrlo, pues nadie en la historia había ascendido tan abruptamente desde teniente a Emperador, lo que sintetiza el triunfo de la clase baja sobre los poderosos.
Aunque Flaubert lo llama "un juguete del destino y uno de los actores de los cataclismos bélicos", lo cierto es que la Revolución Francesa necesita ser propagada y esto se hace bajo su espada, por eso Heine lo llama "misionero del liberalismo, destructor de la esclavitud y el hombre que hizo temblar a los principillos hereditarios", en cambio, para Bismarck, Napoleón es el Anticristo al que hay que imitar y no solo aborrecer; su genial estrategia militar es estudiada hasta hoy.
En este siglo el Estado es glorificado como nunca y Hegel lo valora tanto que lo considera "la Idea del Espíritu en la manifestación externa de la Voluntad humana y su Libertad". Para este pensador alemán, el individuo existe sólo para el Estado y considera al ciudadano como parte de un todo valioso, el Estado, mientras que si está aislado es un ser tan inútil como un órgano separado de su cuerpo.